Psicoanálisis, estudios feministas y género

FORO DE PSICOANÁLISIS Y GENERO
X JORNADAS INTERNACIONALES DE ACTUALIZACION

"Género, Subjetividad y Política"

Neoparentalidades, diversidades sexuales y constitución subjetiva:
incidencias teóricas, éticas y políticas de la praxis psicoanalítica

Lic. Facundo Blestcher

Licenciado en Psicología (Universidad del Salvador). Psicoanalista.
Miembro fundador de la Sociedad Psicoanalítica de Paraná.
Miembro Titular de ASAPPIA. Docente UBA, UCSF, UCSE.
facundoblestcher@gmail.com

"Nuestra práctica deviene ética precisamente por la abstinencia de enjuiciamiento moral,
por la acogida benevolente respecto al decir y hacer del otro, por la puesta en suspenso
de toda disputa respecto a las formas de resolución de vida práctica"
(Silvia Bleichmar)

"El valor del pensamiento se mide por su distancia con respecto a la continuidad de lo conocido"
(Theodor Adorno)

Inquietantes pronósticos y sombrías calamidades parecen anunciarse para la civilización contemporánea, el sujeto y el Psicoanálisis mismo -tales como los conocemos o los hemos conocido hasta ahora- a partir de lo que se ha dado en llamar "declinación del padre" 1. La inminente decadencia del sistema social y el derrumbe de la organización simbólica de la experiencia humana se fundarían en las transformaciones que aquejan a las subjetividades sexuadas y a los modos de la parentalidad, en tanto dan origen a configuraciones familiares novedosas y posicionamientos deseantes e identitarios que alteran el régimen instituido.

En esta escena de interpelación (Butler, 2009) para la teoría y la práctica psicoanalítica advertimos oscilaciones: un reforzamiento del dogmatismo que pretende reducir los fenómenos contemporáneos a las categorías canónicas establecidas, o un relativismo historicista que impide el cercamiento del objeto específico al vaivén de las mutaciones epocales. Desde otra posición, entendemos que si la praxis psicoanalítica ha demostrado su capacidad transformadora del sufrimiento humano no es por haberse remozado para hacerla compatible con los discursos dominantes, sino por someter a revisión sus propios enunciados e interpelar su clínica sosteniendo la fecundidad de sus paradigmas para la resolución de los conflictos y padecimientos psíquicos2. Esta verdadera exigencia de trabajo para el Psicoanálisis y los psicoanalistas supone una depuración de los conceptos para separarlos del lastre de impases y aporías acumulados a lo largo de su historia, y un análisis de los "mecanismos autoinmunes" -según la expresión de Derrida3- con los que ciertos sectores del movimiento psicoanalítico se resisten a plantear nuevas preguntas o maquillan de novedad las viejas respuestas sin someter a prueba los presupuestos de partida 4. Las implicancias de estas problemáticas no se reducen a un debate de formulaciones teóricas o de intervenciones clínicas, sino que comportan incidencias políticas y éticas insoslayables.

La clínica psicoanalítica como espacio de apertura de interrogantes

Joaquín es un joven de veinticuatro años, profesional y emprendedor, que viene desplegando un análisis desde hace ya varios años. En su transcurso ha podido elaborar los conflictos que le impedían emplazarse con relación a su deseo homoerótico, intensamente reprimido. Desde hace un tiempo se encuentra en una relación de pareja que lo hace feliz y con su novio van concretando una serie de proyectos que se iniciaron con la convivencia y aspiran a la conformación de una familia. Actualmente nos encontramos analizando su deseo de paternidad y los temores que explicita en torno al futuro de sus hijos o hijas: "Nosotros queremos ser padres, pero no da. ¿Cómo va a salir la pobre criatura? Para que un chico sea normal tiene que tener una figura paterna y una figura materna… Para vos está todo bien porque sos psicoanalista, pero yo quisiera darle a mi hijo una familia como las demás". Imagina una posibilidad de acceder a la paternidad apelando a una pareja de amigas lesbianas que han manifestado también su deseo de tener hijos.

Ignacio recibe el diagnóstico de esterilidad luego de un tiempo prolongado de intentar infructuosamente el embarazo de su mujer. A partir de esta situación comienzan a evaluarse diferentes alternativas para acceder a la paternidad: apelar a un donante anónimo para satisfacer el anhelo de su esposa con relación al embarazo o recurrir a una adopción que no termina de convencerlo: "¿En mi caso qué sería ser padre? No sé bien cómo es el asunto del donante. Y la adopción nunca se me había pasado por la cabeza. Y me parece que si me niego, termino siendo un egoísta porque Marcela quiere ser madre, tiene el deseo de pasar por el embarazo, el parto, todo eso. Yo siempre pensé en tener un hijo mío… Leí de un caso en que el donante era el hermano del tipo... yo tengo dos hermanos. ¿No es loco que el tío sea también el padre?".

Mariana viene acompañada por su actual pareja, Nadia, consultando por Tomás, su hijo de cinco años que presenta terrores nocturnos y episodios de enuresis. El niño es hijo de un matrimonio anterior de Mariana. La relación actual con su exmarido es conflictiva porque él no entiende ni tolera la situación actual y la culpabiliza por el sufrimiento del hijo: "Él nos dice todo el tiempo que le estamos arruinando la vida a Tomás, que todo lo que le pasa es porque no entiende cómo la madre está con otra mujer, que va a tener problemas con su sexualidad. Le habla mal de Nadia, se enfurece si sabe que ella lo va a buscar al Jardín o cualquier otra cosa parecida. Nosotras nos llevamos bien, lo cuidamos, le damos todo lo que podemos, y yo no creo que sea por eso que a Tomás le está pasando esto. Quizás es más por el rechazo y la violencia del padre, esas cosas que le transmite en contra de nosotras".

Estas breves viñetas, entre muchas otras que se presentan en nuestra clínica, ilustran solamente algunas de las problemáticas que van desplegándose a partir de la multiplicidad de constelaciones que se inauguran: diferentes formas de organización familiar -nucleares, ensambladas, monoparentales, homoparentales-, adopciones por parte de sujetos o parejas homosexuales, tecnologías de procreación asistida que desacoplan reproducción y relación genital (y que incluyen no sólo fertilización artificial sino también donación de óvulos o semen, congelamiento de embriones y subrogación gestacional, entre otras).

Frente a estos nuevos escenarios parecieran surgir numerosos interrogantes que conciernen a la organización del parentesco y la instalación de la diferencia de los sexos en el horizonte de las diversidades genéricas y de orientaciones deseantes, la articulación entre deseo de hijo y filiación, la constitución del psiquismo infantil ante las nuevas modalidades de ejercicio de la parentalidad y la crianza, para mencionar solamente algunos de los tópicos que circulan en las controversias a las que asistimos.

Constitución de la subjetivad y diversidades en Psicoanálisis

El Psicoanálisis ha explicitado el estallido entre sexualidad y genitalidad entendiendo que lo sexual se constituye a partir del plus de placer, irreductible a la autoconservación biológica, que implanta el otro humano como condición fundamental de humanización en los orígenes del sujeto psíquico. La sexualidad no se limita a los modos genitales de su ejercicio ni a los arreglos sociales que pautan la bipartición masculino/femenino, sino que se configura en un ensamblaje complejo de las mociones pulsionales y sus inscripciones erógenas, las representaciones narcisísticas del orden del género -posteriormente articuladas por el reconocimiento de la diferencia de los sexos- y las vicisitudes de la elección de objeto. Más allá de las referencias a los discursos históricos que cada época y sociedad ofrecen según los modos de subjetivación dominantes, la sexualidad pulsional y sus variaciones y destinos no se normativizan ni subsumen en una síntesis armónica exenta de conflicto5.

Sin embargo, resulta inquietante advertir en ciertas teorizaciones y estamentos psicoanalíticos, la perpetuación de una resistencia para abordar las diversidades sexuales y someter a caución los mandatos falocéntricos, heteronormativos y binaristas que impregnaron los enunciados teóricos6. Este verdadero trastorno revela un obstáculo epistemológico7 que no sólo perturba el progreso de la teoría sino que reproduce las significaciones hegemónicas y las desigualdades sociales entre los géneros, comportando además una coartada ideológica y un factor de legitimación que asocia anacrónicamente al Psicoanálisis con los discursos más retrógrados de la moral religiosa, el conservadurismo social y la biopolítica. .

La perturbación de las narrativas tradicionales del patriarcado occidental y la irrupción de pluralidad de posicionamientos subjetivos, identidades genéricas y variaciones del erotismo, obligan a considerar las particularidades de los modos de subjetivación y de construcción de las parentalidades en un contexto de crisis de los sistemas de inteligibilidad de la sexualidad vigentes hasta el presente. Estos cambios en la topografía de las subjetividades (Butler, 2006) impugnan las pretensiones de formalización y regulación normativizante que anulan la dinámica del deseo que las anima. Por ello, consideramos que se impone al Psicoanálisis una tarea de crítica y fundamentación metapsicológica para afrontar lo no pensado y revisar lo establecido. Según entendemos, un riguroso programa de trabajo en esta dirección debiera considerar, entre otras, las siguientes puntualizaciones:

1. Hacer trabajar la distinción entre producción de subjetividad y constitución del psiquismo (Bleichmar, 1999). Mientras que la primera da cuenta de los modos históricos de articulación ideológico-representacional con que cada cultura, en un periodo determinado, define la construcción del sujeto social según un determinado imaginario instituido e instituyente, la constitución del psiquismo refiere a las premisas del funcionamiento psíquico que el Psicoanálisis ha cercado y que adquieren un cierto carácter universal más allá de las mutaciones epocales. Por tanto, la forma en que un sujeto se emplaza por relación al Inconciente, la organización identitaria del yo y las pautaciones que proceden de sus instancias ideales, se definen en la intersección entre deseos -pulsionales y narcisísticos- y modos de producción subjetiva (Bleichmar, 2009). Este distingo permite circunscribir el campo de pertinencia del abordaje psicoanalítico por referencia a su objeto y evitar los desvíos sociologizantes o culturalistas a los que puede verse convocado.

2. Efectuar un deslinde entre la teoría psicoanalítica de la sexualidad y las teorías sexuales infantiles -aún del adulto- con las que los seres humanos, en diferentes momentos de su constitución subjetiva y de la historia, han espontáneamente encontrado vías de autoteorizacion de sus enigmas sexuales. El deslizamiento que va desde las modalidades de fantasmatización de la ajenidad perturbadora de la sexualidad inconciente, hasta su elevación como teoría oficial del Psicoanálisis, conduce a la acumulación de "mito-teorías"8 que entorpecen la compresión de la singularidad por referencia a supuestos universales que se fundan en estructuralismos de diverso cuño, ya sean biologicistas, antropológicos o lenguajeros.

3. Abandonar la propuesta que define a la identidad sexual como desenlace de la elección de objeto, estableciendo los prerrequisitos de su constitución en los enunciados nucleares que organizan la argamasa representacional del yo, propuestos como proyecto identificatorio por el otro en tanto portavoz del discurso del conjunto (Aulagnier, 1975), y sometidos a reensamblajes y resignificaciones a partir de la sexuación que articula atributos de género y diferencia de sexos. Esto implica también recuperar la idea de que la sexualidad humana no reencuentra jamás las vías del orden natural biológico, y que toda identidad se establece por inscripción simbólica, incluso con respecto a la anatomía y al sexo, cuyas representaciones son siempre discontinuas aún en sus contigüidades 9.

4. Deconstruir el valor asignado a la diferencia sexual como determinante primario y fundamental de la constitución subjetiva y su homologación con el reconocimiento de la alteridad. Que la diferencia de sexos sea el contenido con el cual, en el contexto de las relaciones familiares de finales del Siglo XIX y parte del XX, se organizó el régimen de bipartición de géneros y sus asimetrías posicionales, no es equiparable al reconocimiento del otro en tanto tal. Y si la diferencia de los sexos forma parte de las fantasías de los orígenes10, es debido a que introduce el carácter terciario, no exclusivamente especular, con que se pauta el deseo del adulto al interior de una escena sexual de la que el niño o la niña quedan excluidos. Esto exige también someter a genealogización (Fernández, 2007) el sentido que ha ido adquiriendo progresivamente el operador "castración" como articulador que determina la estructuración subjetiva. Historizar y reposicionar el alcance de la noción conduce a colocar en primer plano el enigma de la sexualidad del otro, del adulto significativo en los primeros tiempos de la vida, desabrochándola de la forma con la que el imaginario de una época propició su figuración. De esta manera, se conserva la significación del fantasma de castración y la teoría sexual infantil como modalidades de representación de la incompletud ontológica (Bleichmar, 2009).

Por otra parte, la equiparación entre diferencia sexual y diferencia simbólica está presente en numerosos diagnósticos acerca de la crisis de la atribución fálica como organizador social privilegiado. Desde esta perspectiva, las neoparentalidades configurarían un ataque al orden simbólico y una abolición de la inscripción de la diferencia (Héritier, 1992; Legendre, 1994; Agacinski, 1998, 1999)11.

5. Desnaturalizar los discursos sobre las diversidades sexuales y someter a la indagación metapsicológica y al análisis sociohistórico las concepciones canónicas que han quedado infiltradas de los ideales heteronormativos y de los imperativos tradicionales relativos al matrimonio, el erotismo y la familia nuclear (Foucault, 1976; Butler, 2001; Sáez, 2004; Ariès y Bèjin, 2010). El "extravío familiológico" de ciertas perspectivas psicoanalíticas no comporta solamente un empobrecimiento en la comprensión de las nuevas realidades que desafían el lecho de Procusto, sino un evidente retroceso que contradice el carácter revolucionario del descubrimiento de Freud al tornarlo sintónico con las prescripciones morales y mistificadoras sostenidas por el imaginario patriarcal12.

6. La objeción freudiana al ideal heteroerótico como parámetro de normalidad condujo al abandono -en gran parte de la teoría oficial, aunque no erradicada completamente de las prácticas- de la homologación entre homosexualidad y perversión13. Sin embargo, es notorio el retorno del prejuicio en la patologización de las diversidades sexuales y de las neoparentalidades llevadas adelante por sujetos homosexuales, transexuales o transgéneros14.

Por otra parte, las homoparentalidades ponen en evidencia también la necesidad aún de someter a trabajo las concepciones acerca de las homosexualidades -en plural- dado que no se advierte una teorización relativamente unificada que dé cuenta de sus condiciones de génesis y múltiples determinaciones, recordando -como Freud mismo señalara- que la elección heterosexual de objeto no es menos problemática15 .

7. Las concepciones estructuralistas introdujeron las categorías función materna y función paterna para abordar teórica y clínicamente las modalidades de conformación y ejercicio de la parentalidad. Si bien comportaron un avance al descapturar las operaciones subjetivantes de las personas reales que las encarnan, se muestran insuficientes en tanto replican la bipartición del sistema sexo/género imperante. Por un lado, su designación como "materna" y "paterna" remite a campos semánticos que reintroducen una diferencia cultural que se pretende superar, a la par que provoca efectos reales sobre las prácticas e interpretaciones que desde ellas se efectúan16. Más allá de la pretensión de alcanzar una formalización lógica -que finalmente reintroduce la perspectiva del sujeto trascendental en el marco de un espiritualismo deseante-, las impregnaciones ideológicas de estos enunciados reclaman un trabajo de fundamentación metapsicológica que releve la complejidad de las determinaciones deseantes, fantasmáticas e históricas en las que se inscribe la operatoria humanizante que las y los adultos como sujetos psíquicos clivados ejercen sobre niños y niñas desde los primeros tiempos de la vida.

Consideramos que, más allá de las metamorfosis en las configuraciones vinculares, las modalidades reproductivas y los sistemas de crianza, es preciso poner el centro en la situación antropológica fundamental que supone la asimetría -sexual y simbólica- entre adulto/a y niño/a (Laplanche, 1989). El psiquismo se constituye a partir de la acción sexualizante y narcisizante del adulto sobre el niño -premisa de partida para la estructuración de sus sistemas psíquicos-, quien ejerce una pulsación primaria que funda exógenamente la sexualidad a la par que propicia una serie de ligazones que regulan las excitaciones evitando la fijación a la satisfacción inmediata y la compulsión repetitiva (Bleichmar, 1992, 2000, 2011). Este desdoblamiento de la función del otro "es la fuente de toda constitución posible y de la del sujeto ético, porque en la medida en que se produce su reconocimiento ontológico y, al mismo tiempo, una diferenciación de necesidades y un reconocimiento de estas diferencias, el sujeto no queda capturado por una sexualidad desorganizante que el otro le inscribe, sino que empieza a constituirse en un entramado simbólico que lo des-captura, tanto de la inmediatez biológica como de la compulsión a la que la pulsión lo condena" (Bleichmar, 2011, p. 22).

8. En correlación con lo anterior, la problemática del deseo de maternidad y paternidad en sujetos y parejas homosexuales, transexuales o transgéneros, sea que se concrete en relaciones genitales o por métodos tecnológicos, no puede ser considerado a priori como patológico o productor de perturbaciones por su comparación con la supuesta normalidad heterosexual. Dicho deseo en todo sujeto remite tanto a fantasías inconcientes como a anhelos narcisistas de trascendencia y perpetuación ante la angustia de muerte. Suponer, por ejemplo, que el deseo de paternidad o maternidad en varones o mujeres homosexuales es exclusivamente narcisista, lo cual pondría en riesgo la estructuración psíquica del hijo o hija, exhibe un error y una generalización abusiva más acorde con los anacronismos morales que con la compresión psicoanalítica de la constitución del sujeto17.

Consideramos pertinente, como punto de partida para una profundización de sus alcances, la distinción establecida por Aulagnier (1994) entre deseo de hijo y deseo de maternidad (que ampliamos a deseo de paternidad). Este último comportaría que el hijo no es un Yo inédito para el adulto, abierto a un porvenir y a una temporalidad dinámica que habilita al proyecto identificatorio, sino la estagnación de una repetición que se sostiene exclusivamente en la carencia y en el afán de completamiento fálico que anula la singularidad del niño o niña. Por el contrario, el deseo de hijo supone la localización en una trama anhelante en la que éste no representa la realización plena del adulto ni su puro reflejo especular, sino que deja espacio a la novedad y a la diferencia como condiciones de la subjetivación. Esta diferenciación valdría para todo adulto, en sus diversos posicionamientos identitarios y orientaciones sexuales18.

Adquiere relevancia entonces el concepto de narcisismo trasvasante (Bleichmar, 2000, 2009, 2011) que permite la apropiación ontológica del niño o niña y su reconocimiento "como semejante, y al mismo tiempo, como alguien distinto […] Alude precisamente a la capacidad del adulto de ubicar una imagen totalizante en el niño, trasvasada de su propio narcisismo […] La idea de narcisismo trasvasante alude a la necesidad de que esté presente el narcisismo para poder narcisizar al niño […] Es precisamente el narcisismo trasvasante el que permite equilibrar los cuidados precoces y simbolizar al otro como humano"19.

9. Con respecto a la preocupación acerca de la constitución psíquica de niños y niñas cuya crianza se despliega en el marco de las neoparentalidades, en lo que concierne a la identidad sexual y sus eventuales perturbaciones debidas a las modificaciones en la inscripción de la diferencia sexual, es preciso señalar que la construcción de la identidad es el efecto de una multiplicidad de factores cuya materialidad es fundamentalmente discursiva y no reductible al registro de la imagen20. La identificación constituye la operación fundamental que genera las condiciones para instituir la subjetividad y estructura la base sobre la cual se afirma la identidad en tanto conjunto de enunciados en los que el sujeto se reconoce a sí mismo en el marco del enlace libidinal al otro (Bleichmar, 1995). Las identificaciones primarias y secundarias recubren elementos histórico-vivenciales pero son siempre insuficientes para capturar el deseo inconciente.

Corresponde insistir entonces en que la conformación de la identidad sexual es resultado de un complejo ensamblaje en el cual los niños y niñas no se identifican al objeto real sino a los enunciados y formas representacionales con los cuales se organiza la circulación simbólica y libidinal con el adulto. En este sentido no hay homotecia entre estructura edípica de partida -caracteres de la instancia parental- y psiquismo infantil, sino transformación, traumatismo y metábola.

10. Estas consideraciones conducen a someter a caución una teorización del complejo de Edipo saturada de fórmulas que responden a un modo de producción de subjetividad histórico, para recuperar su significatividad y la vigencia de su conceptualización. Resulta necesario distinguir entre: estructura del Edipo, que desde la perspectiva levistraussiana define la circulación y pautación de los intercambios sexuados y determina la inserción simbólica del sujeto en la cultura; complejo de Edipo, en tanto momento de la constitución subjetiva en que se produce el ordenamiento de la sexualidad infantil y sus constelaciones deseantes a partir del abandono del narcisismo primario y las renuncias que impone el ligamen amoroso al otro; y organización familiar, para designar a los agrupamientos sostenidos en relaciones de alianza y filiación que en un determinado momento de la historia de la sociedad reglan los intercambios sexuales según legalidades del parentesco y las generaciones (Bleichmar, 1999).

Si bien las neoparentalidades pueden dar origen a nuevas constelaciones edípicas y formas de representación y significación de los enlaces originarios21, consideramos fundamental poner en el centro del Edipo a la pautación y acotamiento que cada cultura ejerce sobre la apropiación del cuerpo del niño como lugar de goce del adulto (Bleichmar, 1999, 2011).

11. En cuanto al llamado "fin del dogma paterno" (Tort, 2008) compartimos que el Padre es una construcción histórica, solidaria de las formas tradicionales del dominio masculino, que ha asegurado a los varones el monopolio de la función simbólica22 . Por lo tanto, las formas del devenir-sujeto y el ejercicio de las funciones del padre que participan en éste son históricas y obedecen a la cristalización de relaciones de poder entre los sexos. El desfallecimiento de la soberanía patriarcal si bien puede implicar una modificación de los imaginarios dominantes no conduce a un descomposición de la subjetividad y la civilización, ni se restañe con la restauración de un orden familiar normalizador en el cual las figuras del padre y la madre serían determinadas por la primacía de la diferencia sexual -en la que éste conservaría su función como principio de emancipación de la subjetividad (Roudinesco, 2003).

Corresponde aquí resituar ciertas categorías del Psicoanálisis francés como función paterna, Nombre del Padre y Ley del Padre y otras fórmulas similares, que han sido establecidas en concordancia con la "solución paterna", para descapturarlas de los recubrimientos imaginarios en los que pudieron quedar entrampados. La ficción del padre y su función como logos separador que fractura la fusión especular entre madre fálica e hijo, inscribe la castración23, habilita el acceso a la exogamia a partir de su interdicción que prohíbe la consumación del incesto y permite el ingreso en la cultura, ofrece un abroquelamiento formidable entre Ley y autoridad, y aún cuando se afirme su carácter formal, propicia constantemente la confusión entre el proceso por el cual un sujeto se constituye por referencia a lo simbólico con la necesidad de un padre real en el seno de los vínculos primarios (Eribon, 2001).

Consideramos fundamental plantear que la inscripción de legalidades no se produce por una pura articulación discursiva o significante soportada en una operación desencarnada del sujeto clivado que ejerce la pautación, sino por el hecho de que éste mismo está impregnado de sexualidad en el momento en que transmite la ley. En la instauración de las legalidades se filtra el fantasma del adulto, lo cual determina diversos destinos en la constitución subjetiva del niño, no solamente en términos de identificación sino en tanto los enunciados de la ley también participan

en la fundación del deseo. Este enfoque promueve la deconstrucción de la representación estructuralista del padre de la ley y la madre narcisista en tanto que "es imposible la transmisión de la ley sin que se juegue ese doble aspecto, que es, por un lado, la instauración de la norma y, por el otro, la producción de fantasmas sexuales, en la medida en que la transmisión no es neutral y además está atravesada por figuras que tienen relación con modos de libidinización mutua" (Bleichmar, 2011, p. 512). La acentuación recae entonces en la función terciaria que impone sobre el adulto la renuncia a la apropiación del niño, más allá de la adherencia a los arreglos familiares tradicionales24.

Incidencias políticas y éticas del Psicoanálisis y los psicoanalistas

El Psicoanálisis, en tanto actividad práctico-poiética (Castoriadis, 1999), comporta una dimensión política ineludible en virtud de que su praxis se engarza con el magma de significaciones instituyentes de la sociedad y sus contenidos. Asimismo, sus categorías definen esferas de inteligibilidad para la experiencia humana y participan en la legitimación de discursos y en la visibilizaciòn o invisibilización de determinados fenómenos. Por ello mismo, la supervivencia de prejuicios revestidos de formulaciones científicas y la reproducción de lógicas de la segregación que liquidan las multiplicidades (Fernández, 2007), refuerzan la clausura de las significaciones imaginarias25 y la subordinación a los intereses del control social (Foucault, 1976). En este mismo sentido, la teoría psicoanalítica, como denuncia de los malestares que la civilización acarrea al someter a los sujetos a un imperativo adaptacionista y disciplinario, no debe quedar adherida a la moral sexual cultural y transformarse en condición del sufrimiento psíquico que aspira a mitigar.

El reconocimiento del nomadismo de las subjetividades contemporáneas (Braidotti, 2001) pone de manifiesto que la sexualidad humana excede todo esfuerzo regulatorio de los dispositivos ideológicos que pretenden su dominio. Las diversidades a que da lugar convocan a los analistas a una "toma de posición" (García Reinoso, 2005) que implica respuesta y responsabilidad26. En este punto se hace preciso distinguir entre la ética del analista en tanto sujeto social y la ética del Psicoanálisis con respecto a la aplicación del método. Pretender despojar a la situación analítica de las tensiones éticas que se dirimen en el lazo social constituye un forzamiento artificial sostenido en un ideal ascético de imposible cumplimiento -aun cuando se pretenda reducir al analista a una mera función o deseo- que confunde neutralidad con ausencia de implicación27. La neutralidad benevolente (Laplanche, 1990) emplaza a la ética como un vector fundamental de la producción de la transferencia y de la dirección de la cura, en tanto supone una recepción tolerante y a priori favorable hacia toda manifestación del sujeto, pero no una indiferencia ante su sufrimiento28.

La aplicación del método entonces no ofrece una figura precisa como ideal al que el analizante debiera amoldarse -lo cual configuraría la sustitución de una alienación por otra- pero tampoco justifica engaño ni ingenuidad con respecto a la proyección del análisis con el contexto

de las lógicas colectivas. Recuperamos la afirmación de Marie Langer cuando sostenía que "la realidad social se filtra, en el proceso analítico, a través del discurso del paciente, pero también a través de las interpretaciones, lo quiera o no el analista. Su „neutralidadÿ no existe, porque nadie puede ser realmente neutral: eso es una ficción. Ahora bien, que esta ficción haya sido postulada por Freud y se haya mantenido para muchos analistas como válida y posible hasta ahora es, en sí, manifestación de una ideología conservadora" (Langer, citada por Sinay, 2008, p. 125).

El proceso analítico apunta a la resolución del sufrimiento psíquico y a la liberación de la potencia creativa de la imaginación radical en el analizado, a la construcción de una autonomía en tanto capacidad de invención e investimiento de proyectos propios edificados a partir de la ganancia de saber acerca de sus deseos. La tarea de conquistar una porción mayor de libertad gracias al reconocimiento de las determinaciones inconcientes y sociales que lo atraviesan trasciende la dimensión individual para insertarse en el marco de las trasformaciones históricas y participar de las esperanzas colectivas (Fernández, 2007).

También para el analista, exigido en su escucha a examinar sus propias determinaciones ideológicas, su práctica puede situarse en un horizonte político en el cual la aplicación del método no deje de animarse en la convicción de que "la práctica psicoanalítica no es ajena a una ética, la que atañe a la ampliación de los márgenes de la libertad de decir, de la libertad de pensar. Hay que haber atravesado el desgarramiento de un proceso analítico para reconocer lo difícil que es el movimiento de conquista de esta libertad de pensamiento, movimiento realizado siempre en una lucha intensa contra los abrochamientos imaginarios con que las pasiones anudan el pensamiento" (Bleichmar, 1987, p. 6).

Notas

1 La palabra "declinación" suscita resonancias particulares en el pensamiento freudiano: Untergang es el término alemán que, traducido como "sepultamiento", Freud emplea en su artículo de 1924 acerca del complejo de Edipo. Además de "declinación", otras acepciones posibles remiten a "ocaso", "disolución", "naufragio", "hundimiento", "demolición", todas muy afines al sentido exequial que se pretende asignar a esta descomposición del imaginario moderno del Padre y sus metáforas.

2 Bleichmar, Silvia: "Sostener los paradigmas desprendiéndose del lastre. Una propuesta respecto al futuro del psicoanálisis". En La subjetividad en riesgo. Topía editorial, Buenos Aires, 2005, Pág. 107-124.También existe versión electrónica en: Aperturas Psicoanalíticas, www.aperturas.org, Nº 6, 2000.

3 Cf. Derrida, Jacques: Estados de ánimo del psicoanálisis. Paidós, Buenos Aires, 2011. También: Bleichmar, Silvia: La construcción del sujeto ético. Paidós, Buenos Aires, 2011, p.. 15 y ss.

4 "Sólo el amor a la verdad y la tolerancia a la revisión del propio saber, sostenidos sobre la limitación de los poderes corporativos que las coagulan, pueden generar las condiciones para un debate que permita al psicoanálisis enfrentar las tareas que pueden salvaguardar su presencia futura en el campo del conocimiento" (Bleichmar, Silvia: "El debate, 30 años después", Actualidad Psicológica, Buenos Aires, Año XXX, Nº 330, 2005, Pág. 7-10).

5 "[…] entre la biología y el género, el psicoanálisis ha introducido la sexualidad en sus dos formas: pulsional y de objeto, que no se reducen ni a la biología ni a los modos dominantes de representación social, sino que son precisamente, los que hacen entrar en conflicto los enunciados atributivos con los cuales se pretende una regulación siempre ineficiente, siempre al límite" (Bleichmar, Silvia: "La identidad sexual: entre la sexualidad, el sexo, el género". En Revista de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados. Nº 25, Buenos Aires, 1999, p. 41).

6 Cf. Blestcher, Facundo: Las nuevas subjetividades ponen en crisis viejas teorías: resistencias y trastornos del Psicoanálisis frente a la diversidad sexual: http://agendadelasmujeres.com.ar/index2.php?id=3&nota=7910

7 Empleamos la noción de "obstáculo epistemológico" según la conceptualización de Bachelard en tanto "se conoce en contra de un conocimiento anterior, destruyendo conocimientos mal adquiridos o superando aquello que, en el espíritu mismo, obstaculiza a la espiritualización […] Y dígase lo que se quiera, en la vida científica los problemas no se plantean por sí mismos. Es precisamente este sentido del problema el que sindica el verdadero espíritu científico. Para un espíritu científico todo conocimiento es una respuesta a una pregunta […] Un conocimiento adquirido por un esfuerzo científico puede declinar […] Un obstáculo epistemológico se incrusta en el conocimiento no formulado. Costumbres intelectuales que fueron útiles y sanas pueden, a la larga, trabar la investigación […] Llega un momento en el que el espíritu prefiere lo que confirma su saber a lo que lo contradice, en el que prefiere las respuestas a las preguntas. Entonces el espíritu conservativo domina, y el crecimiento espiritual se detiene" (Bachelard, Gaston: La formación del espíritu científico. Contribución a un psicoanálisis del conocimiento objetivo. Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 1972, p. 15-17).

8 Cf. Laplanche, Jean: "El psicoanálisis: mitos y teoría", en: Entre seducción e inspiración: el hombre. Amorrortu, Buenos Aires, 2001.

9 A partir de los desarrollos de Lacan se insiste en que el enigma de lo masculino y lo femenino en su dimensión inconciente es irreductible tanto al discurso social como al orden biológico (Assoun, 2006; Cevasco, 2010). Si bien podemos reconocer en algunas de estas conceptualizaciones, por ejemplo en lo relativo a las fórmulas de la sexuación, un propósito de desmitificar ciertas teorizaciones freudianas ofreciendo una escritura apropiada para el formalismo matemático, advertimos también la recaída en nuevos impases en tanto los enunciados y conclusiones que se extraen reintroducen una bipartición genérica y naturalizan el imaginario hegemónico sobre la diferencia de los sexos.

10 Cf. Laplanche, Jean y Pontalis, Jean-Bertrand: Fantasía originaria, fantasía de los orígenes, orígenes de la fantasía, Gedisa, Buenos Aires, 1986.

11 Por otra parte, se plantean controversias en torno a la posibilidad de superar el binarismo propio de las lógicas duales para alojar diversidades y devenires discontinuos. Castoriadis recuerda que "[…] la dimensión estrictamente „lógica ÿ (conjuntista-identitaria) está presente por doquier en todo cuanto existe; para servirnos de una metáfora topológica, esta dimensión es por doquier densa. Pero esto no quiere decir que agote lo real. De la misma manera, la dimensión ÿlógica ÿ está presente por doquier en el mundo psíquico, sin por ello agotarlo, ni mucho menos" (Figuras de lo pensable, Madrid, Frónesis, 1999, p. 220).

12 "Si un régimen de sexualidad dispone una actuación coercitiva del sexo, entonces sólo mediante esa actuación se vuelven inteligibles del todo los sistemas binarios de género y de sexo. Tal vez las mismas categorías de sexo, de identidad sexual y de géneros son producidas o mantenidas como efectos de esta actuación coercitiva, efectos que son intencionadamente renombrados como causas, orígenes, intencionadamente alineados en una secuencia causal o expresiva producida por la norma heterosexual para legitimarse como el origen de todo sexo […] Tal vez será cuestión de trabajar la sexualidad contra la identidad, incluso contra el género, y de dejar que lo que no puede aparecer completamente en cualquier actuación permanezca en su promesa de alteración" (Butler, Judith, "Imitación e insubordinación de gènero", en: Allouch, Jean y otros, Grafías de Eros, Edelp, Buenos Aires, 2000, p. 109-110).

13 Didier Eribon (2001) critica las conceptualizaciones de Lacan acerca de la homosexualidad por considerarlas homofóbicas y acordes a la restauración del orden masculino y heterosexual frente al desfallecimiento del poder de la figura paterna.

14 Es preciso señalar que los estudios antropológicos contemporáneos afirman que la familia occidental estándar es un ideal que pocas veces se cumple en la realidad y que su sistema de filiación no configura un régimen universal en todas las culturas y épocas. Cf. Cadoret, Anne: Padres como los demás. Homosexualidad y parentesco, Gedisa, Barcelona, 2003.

15 Cf. Freud, Sigmund: "Tres ensayos de teoría sexual" [1905], en: Obras Completas, Vol. VII, Amorrortu, Buenos Aires, 1989; "La sexualidad femenina" [1923], en: O.C., Vol. XXI.

16 Estos efectos del discurso psicoanalítico pueden ser pensados en correlación con ciertos dispositivos de desigualación que propician una naturalización de ciertos arreglos y soluciones históricas, cristalizando las lógicas de dominación, sujeción y explotación. Cf. Fernández, Ana María, Las lógicas sexuales: amor, política, violencias, Nueva Visión, Buenos Aires, 2009.

17 Cf. Diatkine, Gilbert: "Identification d' un patient", en Revue française de psychanalyse, 4, vol. 52, 1999; Botella, César: "L' homosexualité (s): vicisitudes du narcissisme", íbid.,; Winter, Jean-Pierre: "Gare aux enfants symboliquement modifiés", en Le Monde des débats, marzo de 2000. "Durante un programa de televisión de junio de 2001 y una intervención en RTL el 21 del mismo mes, Charles Melman sostuvo que los hijos de parejas homosexuales serían juguetes de peluche destinados a satisfacer el narcisismo de sus padres"(citado por Judith Butler: Deshacer el género, Paidós, Barcelona, 2006, p. 208).

18 "Es ya insostenible el furor estructuralista que termina superponiendo estructura edípica con constelación familiar, en razón de una diferenciación de funciones en la cual cada uno de los miembros intervinientes se presentan sin clivaje. El aporte de una estructura de cuatro términos tiene ventajas cuando es comprendida como modelo, y desventajas cuando se pretende su traslado a la realidad encarnada por sujetos psíquicos. Que el superyó sea patrimonio de la identificación al padre no puede ya sostenerse en la idea de que su proveniencia sea efecto de la presencia de un "hombre real" -padre, abuelo, tío o lo que fuera-. Padre, si se conserva como función, es una instancia en el interior de todo sujeto psíquico, sea cual fuere la definición de género que adopte y la elección sexual de objeto que lo convoque" (Bleichmar, Silvia. "Sobre la puesta de límites y la construcción de legalidades". Actualidad Psicológica, Buenos Aires, Nº 348, 2006, Pág. 2-4).

19 Bleichmar, Silvia. La construcción del sujeto ético. Paidós, Buenos Aires, 2011, Pág. 71 y 91.

20 Los estudios antropológicos de Anne Cadoret plantean que la instalación del niño en un lugar seguro en la sucesión generacional se revela como más importante para la construcción de una identidad firme que las preferencias sexuales de los padres.

21 "La situación originaria es la confrontación del recién nacido, del infante en el sentido etimológico del término, aquel que no habla todavía, con el mundo adulto. Frente a esto, en cierta manera, aun lo que se llama el complejo de Edipo se inclina a cierta contingencia. Aquí la antropología y su relativización de las estructuras edípicas, aquí la prospectiva también, pueden venir a ayudarnos porque, después de todo, ¿qué permanecerá en algunos decenios, en algunos siglos -no digamos ya de una triangulación- sino de un triángulo edípico clásico? ¿Quién puede apostar a la subsistencia del Edipo, en que se funda Freud? Pero, ¿quién podría decir, en ese mismo espíritu, que el ser humano no continuará siendo un ser humano? (Laplanche, Jean: Nuevos fundamentos para el psicoanálisis. La seducción originaria, Amorrortu, Buenos Aires, 1989, p. 93-94).

22 Lacan aborda la cuestión en relación con los "complejos familiares" (1938), donde, de entrada, ve comprometida la función del padre. "En el nombre del padre es donde tenemos que reconocer el sostén de la función simbólica que, desde el albor de los tiempos históricos, identifica su persona con la figura de la ley" ("Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis", en: Escritos 1, Siglo veintiuno, Buenos Aires, 1988, p. 267). Excede las intenciones de la presente comunicación exponer un recorrido exhaustivo de la construcción lacaniana de la categoría "Nombre del Padre" y "metáfora paterna" y su conjugación con lo simbólico por el sesgo de la Ley primordial "que, regulando la alianza, sobrepone el reino de la cultura al reino de la naturaleza, entregado a la ley del apareamiento" (Íbid., p. 266).

Cf. Lacan, Jacques: Seminario 3. Las psicosis, Paidós, Buenos Aires, 1985; Seminario 5. Las formaciones del inconciente, Paidós, Buenos Aires, 1999; Seminario 20. Aún, Paidós, Buenos Aires, 2010, "De una cuestión premilinar a todo tratamiento posible de la psicosis", Escritos 2, Siglo veintinuno, Buenos Aires, 1990, entre otros.

23 "El significado del término „castraciónÿ se metaforiza: ya no se trata de una mutilación genital, sino de la pérdida del „faloÿ, es decir, de aquello, cualquier cosa que fuere, que garantice la ilusión de un poderío y dominio absolutos, la posibilidad de triunfar incluso sobre la propia muerte (Faiman, Graciela, "Neoparentalidades y deseo de hijo", en: Zelcer, Beatriz (comp.), Diversidad sexual, Lugar, Buenos Aires, 2010, p. 99). La redefinición del concepto es inseparable de la distinción en Lacan entre padre real, imaginario y simbólico, otorgándole a su función un carácter determinante "al ser el nombre del padre un „noÿ al goce de la madre […] él garantiza al hijo un no saber sobre el goce que le permite desprenderse del afán de satisfacer a esta" (Assoun, Paul-Laurent: Lacan, Amorrortu, Buenos Aires, 2004, p. 85).

24 Por otra parte, Castoriadis objeta cierto plegamiento entre Ley y ordenamiento jurídico, y advierte sobre la derivación de la matriz estructuralista en una forma de esencialismo al no distinguir entre la Ley y su contenido: "Desde el momento en que hay Ley, lo esencial está dado; el sujeto es confrontado a una ley en función de la cual debe renunciar a una serie de objetos de su deseo, mediante lo cual se volverá capaz de ser deseante, y es todo […] Se opera entonces una confusión entre „la afirmación deÿ la necesidad general de una institución para que haya sociedad humana, por lo tanto, entre el carácter constituyente/instituyente de la ley, y „la afirmación según la cualÿ la Ley es esta ley empírica dada cada vez, pero no es simplemente empírica, es del orden de lo "simbólico". Pero entonces, o bien esta Ley ya no es simplemente la ley de los aztecas, de Komeini, de los nazis, o por qué no, de la V República, y finalmente no tiene ningún contenido, no se puede decir nada de ella; o bien estamos obligados a identificarla con la ley positiva, y entonces renunciar a toda actitud crítica y, más aún, política, con respecto a la institución existente"" (Castoriadis, Cornelius: Sujeto y verdad en el mundo histórico-social, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2004, p. 132-133).

25 "[…] la sociedad se ubica en la clausura. Clausura de su lógica, clausura de sus significaciones imaginarias. Y fabrica individuos a quienes les impone ambas clausuras. Pero antes que nada fabrica, de manera excluyente en la aplastante mayoría de las sociedades, individuos cerrados, que piensan como se les enseñó a pensar, que evalúan y le atribuyen sentido a lo que la sociedad les enseñó que tiene sentido, y para quienes esas maneras de pensar, evaluar, normativizar y significar son, por construcción psíquica, incuestionables" (Castoriadis, Cornelius: Hecho y por hacer. Pensar la imaginación, Eudeba, Buenos Aires, 1998, p. 309-310).

26 La asimetría misma de la transferencia implica para el analista, convocado por el sufrimiento del sujeto que a él acude, tanto una "respuesta de" (es decir, una responsabilidad) como una "respuesta a" (una ética en tanto reconocimiento del otro). Cf. Laplanche, J. (2001), "Responsabilidad y respuesta", en Entre seducción e inspiración: el hombre. Amorrortu, Buenos Aires, págs. 125-144.

27 Resuena aquí aquel postulado que planteara Ferenczi acerca de que "sin simpatía no hay curación".

28 Resulta pertinente la contrastación entre los términos alemanes Indifferenz (indiferencia), Nüchternheit (sobriedad, sensatez, objetividad, desapasionamiento) y Gleichgültigkeit (igualdad valorativa). Este último es empleado por Freud al señalar que el analista debe conceder valor igual (gleichmässig gelten Lassen) a todos los elementos que propone el analizante. Cf. Laplanche, Jean: Entre seducción e inspiración: el hombre, Amorrortu, Buenos Aires, 2001.

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