Schweitzer
Dr. Benito
Mario Guerstein
bubi@terranet.com.ar
Albert Schweitzer fue beneficiado por una vida larga. Quizá lo suficientemente larga para cumplir con su obra y ser el ejemplo más acabado de vida para nosotros, sus contemporáneos, y para el mundo del futuro; hasta adquirir ribetes de mito. Quizá también, en nadie como en él se ha dado aquello de "su vida y su obra" en la forma más "llevadas de la mano" la una con la otra. Y aquí viene la eterna discusión, constructiva por cierto: por un lado tenemos el argumento de unos, que dicen que "todo lo hizo antes de los sesenta años de edad"; por el otro, los que afirman que "todo lo hizo después de los sesenta". ¿Dos vidas y múltiples obras? ¡No, una sóla! Sea como fuere, la vida polifacética y multidimensional que tenemos entre manos, formada por un humanista, un médico, un músico, un ingeniero improvisado, un carpintero, un albañil, un leñador..., y muchas cosas más, todo ello en una misma persona, nos atrapa desde el principio y hasta el fin. Porque el fin es un principio, y así. Nos acuparemos de Schweitzer "después de los sesenta".
En enero del 35, Albert Schweitzer cumplió sesenta años, y la ciudad de Estrasburgo le dio su nombre a un parque. En febrero viajó a Lambarené, Congo francés (hoy Gabón, África Occidental) por siete meses, para trabajar en "su" hospital, que había fundado en el 13.
A partir de octubre, recorrió más de una docena de ciudades de Inglaterra, dando conciertos de órgano y conferencias, a beneficio de Lambarené. En el 36, realizó un periplo similar en Suiza. En el 37 volvió a Lambarené. En el 38, celebró el 25· aniversario del hospital, recibiendo una donación para un equipo de radiología, suma que cambió por medicamentos, debido a la urgente necesidad de éstos.
En el 39 viajó a Europa, pero sólo llegó a destino y decidió regresar a Lambarené, ante la inminencia de la guerra. Allí permaneció incomunicado hasta noviembre del 40, debiendo reducir a la mitad el personal del hospital, que fue respetado en el enfrentamiento entre los partidarios del gobierno de Vichy y los que apoyaban a De Gaulle. Helene Bresslau, su esposa, llegó de Europa en el 41, brindándole generosa ayuda, por su espíritu decidido y por sus conocimientos de enfermería. En el 42, el hospital recibió donaciones de Estados Unidos. En el 43, su hija Rhena casó con T. A. Eckert, fabricante de órganos, y de esa unión nacieron los cuatro nietos de Schweitzer. En el 44, hubo un nuevo apoyo económica por parte de Inglaterra y el el 45, otro más, de Estados Unidos. En el hospital, las operaciones más comunes eran las de grandes hernias, las de elefantiasis y
las abdominales. En enero del 45, Schweitzer cumplió setenta años. Los adolescentes de entonces escuchábamos decir: "Albert Schweitzer es un santo de nuestro siglo".
En mayo del 45 se celebró en Lambarené, al igual que en el resto del mundo, el fin de la guerra. Ello permitió inaugurar el hospital de leprosos, ya que nuevos medicamentos, como el promin y otros, llegados de Estados Unidos, Inglaterra y Suecia, producían una verdadera revolución en el tratamiento, hasta entonces paliativo. Recién en el 48 y después de diez años, pudo Schweitzer volver a Europa y conocer a sus cuatro nietos. Fue invitado entonces a los Estados Unidos (Aspen, Colorado) y ese viaje y sus resultados fue considerado "el acontecimiento cultural más valioso que alguna vez tuvo lugar en los Estados Unidos". Las distinciones se repitieron en Chicago, en Cleveland y en Nueva York. En el 49 volvió a Lambarené, donde lo esperaba un trabajo exhaustivo, al frente de un equipo de treinta personas, con cuatrocientos internados, de los cuales la mitad eran leprosos. Recibió como cooperación mundial "hasta el óbolo de la viuda pobre". En el 51 viajó a Holanda, Inglaterra y Suecia, donde brindó conferencias y recitales de órgano. En Frankfurt le otorgaron el Premio a la Paz. De regreso a Lambarené, la Academia Francesa lo designó miembro. En el 52, volvió a Europa para concluir un tratado de cinco tomos sobre órgano y grabar, diciendo su discurso en la Academia Francesa. Volvió a Lambarené, donde se enteró que fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz 1952. Debió postergar el viaje para recibirlo hasta fines del 54, debido a trabajos en el hospital. También recibió la medalla "Bienvenido de la Real Academia Africana". En el 54, publicó "Lambarené 1946-1954", a sus ochenta años, donde se refirió a agrandamientos en el hospital, a mejoras edilicias y a adelantos en general, como la instalación del servicio de radiología. Para ello, supervisó todo y predicó con el ejemplo. Completó el año trasladándose a Oslo para recibir el Premio Nobel, en medio de una gran recepción y ofreciendo un discurso que recorrió el mundo.
En el 55, pasó su 80· cumpleaños en Lambarené, y Alemania le dio la orden civil más alta; a una calle de Frankfurt se le puso su nombre; la ciudad de París lo distinguió con la Gran Medalla de Oro; recibió elogios de Einstein, Nehru y otros; Mónaco emitió cuatro nuevos sellos de correo en su honor; una niña dio un concierto de órgano en Estrasburgo, en su homenaje; la corona británica le otorgó la Orden del Mérito, y la BBC de Londres ofreció cinco programas especiales, dedicados a Schweitzer. Hubo conciertos de beneficencia y
felicitaciones. El lema era: "Schweitzer, ciudadano del mundo"
Después de los ochenta años, la gran preocupación de Schweitzer siguió siendo el hospital de Lambarené, y a ello se agregó la campaña contra las pruebas nucleares. Primero actuó silenciosamente, a través de personalidades influyentes, y después en tres discursos dichos en Oslo, en el 58, reunidos con el título "¿Paz o guerra atómica?", donde predijo, además de los efectos inmediatos de una guerra, las consecuencias meteorológicas sobre el planeta muchos años después. Ello motivó la consulta sobre la paz mundial por políticos de Estados Unidos, Inglaterra y la India, que lo visitaron en Lambarené.
Albert Schweitzer murió en el 65, a los noventa años de edad.