Oficio de escritor: Augusto Roa Bastos
Por Carolina Sancholuz
carolus@infovia.com.ar"Como escritor que no puede trabajar la materia de lo imaginario sino a partir de la realidad, siempre creí que para escribir es necesario leer antes un texto no escrito, escuchar y oir antes los sonidos de un discurso oral informulado aún pero presente ya en los armónicos de la memoria." Las palabras de Augusto Roa Bastos condensan una poética de la escritura que, para el escritor paraguayo, no se puede concebir sin la matriz de la oralidad, la materialidad de la voz y, especialmente, de las voces y sonidos del guaraní. Nacido en 1917 en Asunción del Paraguay, Roa Bastos pasó su infancia en un ingenio azucarero de Iturbe, en el Guairá, donde su padre trabajaba. Su madre, una culta joven de Asunción, lo inició en las letras a través de un doble camino: lecturas en castellano de la Biblia y de William Shakespeare, y leyendas indígenas contadas en guaraní. Más adelante, mientras residía en la capital con su tío el obispo Ermenegildo Roa, descubrió en su biblioteca a los clásicos españoles. En las primeras huellas de su formación confluyen universos lingüísticos y culturales contrastados, el castellano y el guaraní, la lengua escrita y la oralidad, las tradiciones occidentales y los mitos indígenas, confluencias y contrastes que no solo encontramos en los textos ficcionales de Roa Bastos sino en muchos de sus ensayos en los que reflexiona sobre el oficio del escritor dentro de una sociedad multicultural, bilingüe y también diglósica como la paraguaya (Por ejemplo: "El texto cautivo. Apuntes de un narrador sobre la producción y la lectura de textos bajo el signo del poder cultural" de 1981; "Una cultura oral" de 1988)
Siendo todavía un adolescente llegó a participar de la Guerra del Chaco que enfrentó a Bolivia y a Paraguay entre 1932 y 1935, experiencia que lo marcó muy profundamente por la violencia de las luchas. Terminada la guerra se vinculó al diario El País, de Asunción, en el cual trabajó hasta llegar a ser j efe de redacción, corresponsal de guerra desde Londres y París durante la Segunda Guerra Mundial y destacado columnista de opinión. En 1947 debió abandonar su patria, comienzo de un largo exilio que lo llevó a vivir en Buenos Aires y también en diversas ciudades europeas, hasta instalarse definitivamente en Toulouse (Francia) a partir de 1974. Durante toda la prolongada dictadura de Stroessner Roa Bastos padeció el exilio como una experiencia difícil que repercutió profundamente en su su vida y su obra, como podemos leer en otro de sus ensayos "Los exilios del escritor en Paraguay" (!978). Antes de abandonar su país había publicado en Asunción un libro de poesías El ruiseñor de la aurora y otros poemas en 1942. Si bien su labor como escritor se ha hecho conocida especialmente por la producción narrativa, su obra lírica, -breve pero intensa-, se editó íntegramente en 1983, con el título de El naranjal ardiente. La mayor parte de los poemas son de fines de la década del cuarenta, y una de las secciones del libro está escrita en guaraní, bajo el nombre de "Ñane ne eme" ("En nuestra lengua"), dedicada a la dicotomía castellano/guaraní y escritura/oralidad.
En 1953 publicó en Buenos Aires su primer libro de cuentos El trueno entre las hojas donde asume un fuerte compromiso con la realidad socio-política paraguaya, que persiste en sus ficciones posteriores aunque de manera más elaborada y menos explícita. El cuento que da nombre al volumen fue adaptado para el cine por el propio Roa Bastos, quien en la década del sesenta participó como guionista en la adaptación de otras obras literarias, entre las que se destacan el guión de Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes y El señor Pres idente de Miguel Angel Asturias. En 1959 obtuvo un premio internacional por su primera novela Hijo de hombre, publicada en Buenos Aires en 1960 por la editorial Losada. Esta novela, junto con la famosa Yo, el Supremo de 1974 y El fiscal de 1993 conforman seg ún el autor una "trilogía sobre el monoteísmo del poder". En las tres obras la asociación entre la historia paraguaya y las dictaduras políticas constituye el nexo profundo que las vincula entre sí. Entre 1966 y 1971 se publicaron los restantes volúmenes de cuentos de Roa Bastos, entre ellos El baldío (1966), Madera quemada (1967), Los pies en el agua (1967), Moriencia (1969), Cuerpo presente y otros cuentos (1971) y una Antología personal (1980) con cuentos de varios de sus volúmenes. A pesar de esta vasta producción literaria, es a partir de la publicación de Yo, el Supremo cuando se afianza la posición de Roa Bastos en una constelación de escritores latinoamericanos contemporáneos. La ubicación de su nombre junto a los de Gabriel García Márquez y Alejo Carpentier, quienes en el mismo año de 1974 publicaron también sus versiones de dictadores latinoamericanos en sus respectivas novelas El otoño del patriarca y El recurso del método, garantizó la ampliación del círculo de lectores y críticos de la obra de Roa. Este hecho le permitó al autor poner en un primer plano la cultura y literatura paraguaya que había quedado marginada respecto de otras experiencias cu lturales latinoamericanas. "Isla rodeada de tierra" como el mismo Roa Bastos ha designado a su país, el éxito de Yo, el Supremo le permitió, a partir del magnífico retrato del dictador Gaspar Francia, vincular la historia y la ficción, para develar un sentido y una situación política-histórica no solo paraguaya sino latinoamericana, en la cual se problematizan los conceptos de identidad, poder, desarraigo, exilio, dictadura, civilización, barbarie.
En la década del noventa la producción narrativa de nuestro autor se amplió considerablemente, con la publicación de La vigilia del almirante (1992), una ficcionalización de la figura y los viajes de Colón en el marco de las polémicas suscitadas en torno del Quinto Centenario de la llegada de los españoles a América. En 1993 publicó la novela an tes mencionada, El fiscal; en 1995 Contravida, una suerte de balance y relectura metaficcionales de su obra anterior, desde el punto de vista de un novelista fugitivo que reinterpreta toda su vida mientras regresa, a través de la memoria, a sus orígenes. En 1996 con Madama Sui reconstruye ficcionalmente la vida de una de las amantes del dictador Stroessner. Actualmente Augusto Roa Bastos sigue sumamente activo, estimulando la edición y difusión de nuevos escritores paraguayos y participando como jurado en importantes premios de novela.
Así como esta breve reseña de una gran obra literaria y cultural comenzó con las palabras del propio autor, me gustaría cerrar estas páginas apelando otra vez a la voz de Roa, quien resume su concepción de la literatura de este modo: "La literatura se me representó siempre como una forma de vivir (...) una forma de realizar el conocimiento de lo incierto a través de las mutaciones y transformaciones de los múltiples aspectos de la realidad. (...) Si la obra es válida, sus logros se realizan en el interior de la práctica misma del arte de narrar. Es aquí donde la subjetividad individual amalgamada con la conciencia histórica y social, la imaginación con la pasión moral, pueden dar a la literatura sus plenos poderes de mediación, de cuestionamiento y de iluminación de la realidad en sus ángulos más diversos y desconocidos." ("La narrativa paraguaya en el contexto de la narrativa hispanoamericana actual", 1984).