Alejandro Korn
Claudio Castelmar
No se trata de exponer, extensa o sintéticamente la obra escrita o expresada en sus múltiples conferencias, de Alejandro Korn. Las actitudes vitales de un hombre, y más si ese hombre es Alejandro Korn, son escenciales para mostrar el significado y el desarrollo de su vida.
Eugenio Pucciarelli, en la Introducción al libro " La Libertad Creadora" de Korn, expresa: " Carezco de la serenidad necesaria para pensar en la muerte de Alejandro Korn, de la serenidad admirable que él tenía al abandonarnos. Por eso no he podido todavía, no obstante el tiempo transcurrido, detenerme a pensar en el significado de su desaparición: fuerzas oscuras, que vienen desde muy adentro, reprimen esa idea como si presintieran tras ella algo irreparable. Talvez sea el temor de encontrarnos ante la nada, que nos empuja hacia la desesperación.
Por lo demás , y aunque la desesperación constituya una dimensión inevitable de la existencia- sin ella la vida sería insufrible- cierta tendencia natural nos incita a contenerla. Pero hay momentos, demasiado graves, en que como dice Goethe- todo consuelo es una vileza y es un deber la desesperación".
En ocasiones así, el silencio es lo más sincero y lo más elocuente, y yo hubiera querido callar, ahogando en el silencio esa emoción incontenible, si la insistencia reiterada y amable de algunos amigos, deseosos de rendirle un homenaje, no me hubiera arrancado estas páginas apresuradas".
Y agrega luego: " Creo que no ha llegado todavía el momento propicio para juzgar a Korn, para apreciar su aporte a la filosofía argentina y a la filosofía perenne, para hacerse cargo de la originalidad de sus ideas y de radiación de su espíritu. Estamos demasiado próximos a él , demasiado aturdidos ante el hueco que deja su partida."
Y ahora considero oportuno recurrir a José Enrique Rodó, para recoger en una de sus interesantes parábolas titulada " La despedida de Georgias", la similitud y el sentido insuperable de la despedida de Alejandro Korn cuando siente que se aproxima la hora de su muerte.
Georgias ha enseñado nueva filosofía ( advierto que cito de memoria) y la delación y suspicacia han ofendido a los poderosos: Georgias debe morir. Se le ha concedido que elija el género de muerte y él ha elegido la de Sócrates. Al final de la tarde, con los últimos destellos del sol, ha de beber la cicuta. Y él está sereno, rodeado de sus alumnos, a quienes dice aquellas palabras , que dada la cultura de Alejandro Korn, no dudo conocía, y a la que se ajustó la despedida a los amigos que lo rodearon y a la de todos aquellos que lo respetaron y admiraron.
Georgias dijo a sus discípulos: " Mi vida es una guirnalda a la que vamos a ajustar la última rosa".
Así de serena fue la despedida de Alejandro Korn.
Voy a utilizar la expresión en la oración fúnebre de Alberto Palcos, que fue uno de los amigos que rodearon su lecho de muerte.
" Korn no quiso despedirse de los suyos sino sonriente, como un filósofo griego. Ya había perdido la palabra. Se entendía con gestos y ademanes. Pide en esa forma una copa de champagne. Luego hace servir sendas copas a los amigos y familiares que lo rodean. Y silenciosamente levanta la suya como despidiéndose para siempre de ellos en un brindis supremo, de una elocuencia y de una hermosura incomparables. Ejemplar fue su vida y ejemplar fue su muerte".
No tuve la suerte de tratar a Korn en vida. Pero hoy, en esta fecha que escribo, con mi apasionada lectura de sus obras, soy un custodio de esa posteridad indeclinable que, cuando haya pasado a través de centenares de generaciones y se crea olvidada, resucitará desde grandes del pasado, como él lo ha dicho de San Agustín y otros en su pequeño libro ( pequeño en volumen) titulado " De San Agustín a Bergson".