Hoy también pondremos una Historia que hace historia, en realidad dos en una. Nuestro colaborador de esa sección, Dr. Benito Mario Guerstein desde hace varios años, falleció el 10 de diciembre de 2006. Quisimos homenajearlo o expresar nuestro pesar y agradecimiento al que siempre puntual y pulcramente nos enviaba las historias. Y decimos dos historias porque a la de él, incluimos la última que nos mandó y que no pudimos agregar en el Nº anterior. Es la historia precisamente del Colegio Nacional de Bahía Blanca que cumplió 100 años y el discurso que leyó a pedido de sus compañeros ya que el Dr. Mario Guerstein había hecho su bachillerato en dicho colegio.
Siempre decimos que algunos hombres pasan por la vida y otros trascienden por sus acciones, sus obras, sus conductas. Gracias!!!!!!!!!.
Foto del Encuentro de los Cien Años.
El autor está arriba, en el centro, con anteojos, levantando la
cabeza.
LLEGAR A CIEN
Los que en el 42 pasamos las puertas de este Colegio por primera vez, y ocupamos sus aulas, imberbes y recién salidos del cascarón los unos, niñas las otras (el Colegio tenía jóvenes 36 años) no imaginamos nunca que sesenta y cuatro años más tarde nos encontraríamos reunidos aquí, para festejar los cien años del establecimiento más querido, y agradecer todo lo que nos dio, a través de sus directivos y de sus profesores, para toda la vida. Claro que muchos no pudieron llegar, los que ya no están y los que, por razones diversas, como distancia, enfermedad, etc. no pudieron venir, para compartir con nosotros este momento histórico.
Pero, valga la paradoja, están todos aquí: hemos pasado lista y estamos todos, todos. Hoy nadie ha faltado a esta clase. No hay faltas, ni medias faltas, ni amonestaciones. Nada del terrorífico "guarden los libros, saquen papel"; nada del no menos terrorífico "Fulano, pase al frente". Hoy no es día de rabonas. Hoy todos pasamos al frente, y tomamos posesión del Colegio, para acariciarlo, porque siempre nos perteneció, porque siempre fue nuestro, porque formamos parte de él, aunque no nos dimos cuenta. Todos decimos presente, y todos tenemos un 10, hoy.
Porque cada uno de nosotros es un ladrillo de este edificio, unidos los ladrillos con garfios de acero. De no ser así, sería un montón de paredes. Nosotros le dimos y le damos lustre, lo ampliamos, y realizamos el mantenimiento y la limpieza diarios, para que resplandezca como un faro luminoso. Por lo menos lo intentamos, con diferentes resultados, y tratamos de ser dignos embajadores, a veces desde muy lejos de aquí. En efecto, la vida misma nos dispersó, en una suerte de diáspora, y ahora nos convoca en este Templo de formación de hombres y mujeres, que siempre, a la distancia, vigiló y orientó nuestros pasos, después de pasar por él.
Algo de estos días: me habló por su celular mi nieta menor, diecisiete años el mes que viene, para darme una noticia, y percibí el inconfundible murmullo a sus espaldas. Sólo atiné a decirle: "-no cortes! Quiero escuchar el recreo!"
El estribillo del himno al Colegio termina con: "quien pasó por el viejo Colegio no lo puede ya nunca olvidar". Por eso estamos aquí, para tocar sus paredes, para recorrer sus patios y sus aulas, para recordar muchas y tantas cosas, y para descubrir esta placa de bronce, donde están, con letras en relieve, esas palabras que durante sesenta años, desde el cuarenta y seis en que dejamos el Colegio, retumbaron una y otra vez en nuestra mente y en nuestro corazón: "quien pasó por el viejo Colegio no lo puede ya nunca olvidar".
Llegar a cien años del Colegio tiene algo de mágico, algo de lúdico, algo de mítico. Llegar a cien años del Colegio provoca júbilo, provoca vítores, provoca sálticos.
Llegar a cien años del Colegio exigió dar "una mitad de más", a profesores y alumnos, en corrección, en continuidad, en organización, en aprender y en enseñar, en dirigir, en divulgar; exigió que se aguzara la imaginación frente a la tiranía del tiempo, frente al incesante antagonismo entre la cantidad y la calidad, para ser entregados los resultados "a la hora señalada".
Llegar a cien años del Colegio motivó, no lo dudo, desvelos, miedos, angustias, incertidumbres, lágrimas; risas y sonrisas también: trabajar y retrabajar, diagramar y rediagramar, escribir y reescribir; razonar, memorizar, discutir. Pero sobre todo, pensar. También soñar y enamorarse. No dejar de aprender. Para que cien veces "ese pan recién salido del horno, aun caliente", fuera entregado al futuro, cada vez con mayor calidad y pureza.
¿Qué hubo disenso algunas veces? Es necesario que haya disenso, pero con las manos limpias y las cartas sobre la mesa.
En el Colegio Nacional de Bahía Blanca, todos los que nos atrevimos a aceptar el desafío para cinco años de lucha franca, tuvimos acceso y espacio en la forma más acorde con nuestra idiosincrasia, y eso es una forma de libertad. Eran tiempos difíciles, pero supimos capear el temporal, a veces con frío y a veces con hambre. Me consta. Entramos al Colegio niños y salimos hombres y mujeres, proyectados de cara al futuro.
Llegar a cien es importante. Pero tener hoy, así, al alcance de nuestras manos, a nuestro querido Colegio en su centenario, es lo más importante que puede pasarnos hoy. Este acto era "una asignatura pendiente".
Entonces , repitamos como en una oración: "La emoción de su nombre es recuerdo que se guarda por siempre jamás; quien pasó por el viejo Colegio, no lo puede ya nunca olvidar".
BENITO MARIO GUERSTEIN. 2006