Discursos
y prácticas profesionales de psicología social en salud
mental (España 1970- 1995) Juan Carlos Duro Martinez |
Presentación
La presentación de una tesis remite a la problemática del espacio y el tiempo. Algo que se hace después de terminada la obra y que, sin embargo, se coloca delante de ella como presentación. Ahora se trata de pensar sobre lo ya hecho y escribirlo.
El lector sin embargo leerá, probablemente, primero lo que se ha producido después y, con suerte si le ha seducido lo suficiente ("este tocho no lo va a leer nadie"), ojee (u hojee), la obra magna. De ahí la importancia de su retórica.
Además acometer su redacción supone que das por terminada la tesis y que es tu última oportunidad para decir todo lo que no has dicho. Es decir que la escritura de la presentación implica el fin de la tesis, su límite en el espacio ("no hago una línea más") y en el tiempo ("de tal fecha no pasa que la entregue"). De ahí la dificultad de su elaboración.
Por último, estas líneas suponen presentar la criatura, lo creado. Presentarla públicamente, sin coartadas (ya no vale lo de "es un borrador", "todavía me falta el último retoque"). De ahí el pudor de su exposición.
Seducción, resistencia y vergüenza se alían en un texto, pre-texto, de una obra ya cosificada y lista para ser juzgada.
Hablemos un poco de ella en un último ejercicio de reflexividad, ejercitando lo que, parafraseando a Jesús Ibáñez, sería un pensamiento de tercer orden. Pensar lo pensado sobre el pensamiento. En este proceso de análisis interminable (ahora la paráfrasis remite a Freud), hemos de re-construir lo construido en tanto objeto de nuestro investigación, ahora ya alienado de nosotros mismos (no podíamos dejar de aludir a Marx en esas páginas iniciales). Barthes podría decir: el autor ha muerto, ¡viva el lector!.
Hemos de presentar el trabajo realizado y el proceso seguido en su artesanía intelectual, en términos sociológicos de Wright Mills, o en términos psicosociales de Pichon-Rivière, la tarea realizada con la convicción de que, al igual que en los grupos, cada tarea (en su proceso de trabajo/elaboración y como producto final) es singular, única e irrepetible. La castración se impone al presentar lo hecho llegado un determinado momento. En cierto modo objetivo cumplido para nosotros mismos. Un paso más en la curación personal o en la aceptación sin más de que no hay curación posible, sólo fugaces momentos de ilusiones omnipotentes. Su arbitraria finalización (en los grupos definida por el setting, en la tesis por factores institucionales, grupales e individuales) supone la apertura al momento del proyecto posterior, ya en el juego de lo social (recordar los momentos grupales de pretarea, tarea y proyecto) pero eso está en el terreno de lo real-posible todavía.
En fin, presentamos la tesis siendo fieles a Marx (esta vez a Groucho) cuando afirmaba: "no deseo pertenecer a ningún club que me acepte como miembro". Presentamos (no sé porqué se emplea el plural en la retórica académica, quizá sea para sentirnos más acompañados por nuestros grupos internos) la tesis como pasaje iniciático a más altas cotas de sabiduría (¿o de poder?).
Ahora bien ¿qué, por qué y cómo hemos hecho lo que hemos hecho?.
Hemos hecho, o al menos hemos pretendido hacer, una tesis sobre los discursos y las prácticas profesionales de psicología social en salud comunitaria en Madrid (1970:1995).
¿Cómo hemos sido capaces de acometer tamaño empeño con un aceptable, aunque sin duda ambivalente, grado de satisfacción?, o dicho de otro modo ¿por qué henos escogido esa temática?.
Arriesguemos algunas hipótesis interpretativas. En primer lugar, el hecho de fijar como objeto de nuestro análisis los discursos (ya fueran los discursos políticos, de los profesionales sanitarios y psicológicos) responde a la conjunción de nuestra tradición teórica (psicoanálisis y marxismo) con los nuevos desarrollos de la psicología social crítica actual, por lo tanto dicho objeto es susceptible de ser analizado con nuestra caja de herramientas particular enriquecida con las lecturas a las que nos ha llevado el trabajo de la tesis. Es decir se trataba de dar una vuelta más a la espiral dialéctica del aprendizaje personal en el proceso de creación de algo nuevo. Esta elección teórica nos permitía salirnos de las, todavía dominantes, autopistas universitarias, al menos en las relacionadas con la Psicología, en las que el peaje positivista en forma de hipótesis, tablas, estadísticas, etc., suponía un precio excesivamente elevado para nuestra situación intelectual actual. A su vez dicha temática nos ha permitido analizar una parte de la realidad social, la psicología social y la salud comunitaria, construcción y expresión de los discursos sociales de cada momento histórico. Hemos podido mantener, con mayor o menor fortuna, la perspectiva crítica y cualitativa de nuestra formación de base con las nuevas teorizaciones post-estructuralistas que se reclaman en el campo disciplinar de una psicología social crítica, histórica y comprometida con las prácticas sociales. De ahí la segunda parte de nuestro tema: las prácticas profesionales.
Nuestro tránsito por distintas experiencias profesionales en estos más de veinte años de ejercicio de la psicología nos exigía reivindicar su valor, en y desde, un marco académico, en parte como contribución a la ruptura del interesado estereotipo de una cosa es lo profesional y otra lo científico, lo básico y lo aplicado, lo académico y lo profesional, etc. y en parte como un, auto (y esperemos que hetero), reconocimiento, del trabajo hecho por varios cientos de psicólogos (y otros profesionales) madrileños en el campo de la salud comunitaria. Ese objetivo también lo hemos perseguido explícitamente en la tesis al centrarnos en las prácticas profesionales de este periodo histórico. Si bien, como dice Jesús Ibáñez, para los que considerados socráticos es un contrasentido la transmisión mediante la escritura ya que en ella desaparece el sujeto como singularidad única e irrepetible, no es menos cierto que, para muchos, lo no escrito, no existe, y que el propio relato de lo acaecido, construido por el autor, contribuye a crear la realidad de los hechos.
No es que hayamos pretendido con nuestra tesis crear la historia de la psicología social en la salud comunitaria de Madrid, pero sí contribuir al mayor conocimiento de, al menos, aquella parte de la psicología social más silenciada por la historia oficial academicista, sobre todo las aportaciones teórico-prácticas de los modelos críticos grupales procedentes de la articulación del psicoanálisis y el marxismo, representado por los grupos operativos, en cuyo universo nos hemos ubicado en estos años.
Esta, creemos, legítima reivindicación no implica, y en eso hemos puesto especial empeño, la descalificación del otro ni la adjudicación de valores morales de buenos y malos a unos y otros modelos y prácticas, reservándonos el primer calificativo para los nuestros. Hace tiempo que mantenemos una explícita autovigilancia ideológica hacia nuestros propios planteamientos sin que eso suponga una renuncia a nuestros principios epistemológicos de carácter materialista, dialéctico y decididamente antipositivistas.
Hemos presentado el qué de nuestra tesis, hagamos lo propio sobre el cómo, que es a su vez un por qué hemos hecho esta tesis.
Se trata de hablar del método elegido. Es difícil poner etiquetas a lo que uno ha hecho máxime cuando uno se resiste a ser encasillado en disciplinas organizadas por intereses de poder, como lo son todas. Optando por lo más verosímil, podemos decir que hemos usado preferentemente un método de análisis psicosociológico que, como no puede ser de otra manera para nosotros, ha incluido una aproximación histórica y social (Madrid: 1970:1995), un enfoque crítico y una perspectiva grupal e institucional desde una posición de observador participante-reflexivo. Nosotros formamos parte del mismo campo de análisis en la medida que hemos contribuido a la construcción del objeto que ahora hemos estudiado ya participando en la elaboración de discursos políticos y profesionales, ya contribuyendo a la puesta en marcha y consolidación de la organización colegial (corporativa por definición), ya en la inclusión de la psicología clínica en el sistema sanitario, en los inicios del programa PIR, en la formación de profesionales sanitarios, etc., etc. Nuestra parte de autocrítica también está garantizada. En la medida que critiquemos lo que hemos hecho, entendiéndolo en su contexto histórico-social, podremos plantearnos nuevas líneas de actuación que favorezcan el cambio y continúen contribuyendo a la psicosociologización de la salud en nuestro contexto político e institucional. Ése será el reto para años venideros.
Algunas de estas consideraciones metodológicas están ampliamente desarrolladas en el capítulo I de la tesis. Señalemos aquí y ahora algunos aspectos relacionados con la perspectiva grupal e institucional. Entendemos que los hombres (y las mujeres) son agentes de transformación del medio en el que se desenvuelven y lo son en la medida que pertenecen a grupos y crean instituciones. De esta manera, producidos por la sociedad pero productores de la misma, protagonizan la historia y construyen el medio social. Es por eso por lo que hemos hecho referencia a los protagonistas de los discursos y las prácticas profesionales con cierta identificación personal intentando explicitar sus relaciones grupales e inserciones institucionales. Hemos combinado así la verticalidad de los actores (explicada por su biografía personal y sus grupos internos, ámbito psicosocial en terminología de Bleger) con la horizontalidad de los grupos de referencia y pertenencia, formales o informales, de los que serán portavoces/emergentes (ámbito sociodinámico) y la transversalidad de las instituciones (ya sanitarias, académicas u organizaciones científico-profesionales) que facilitará los cambios (procesos instituyentes) o los dificultará (procesos instituidos).
En ese sentido psicosociológico es seguro que no están todos los que son pero sí que, además de ser todos los que están, éstos representan a los que, por una u otra razón, no están.
Por último en esta presentación hemos de señalar su carácter de elaboración personal y de atipicidad disciplinar. Respecto a lo primero el recorrido por tiempos, lugares, espacios y vínculos me ha obligado (aquí me pongo psicoanalítico y recupero la singularidad) a revivir la misma historia que analizo como en un dejà vu algo siniestro (en el sentido que le da Freud al término de familiar y extraño a la vez), lo que ha conllevado su tiempo de per-elaboración y algún que otro episodio de insomnio haciendo bueno la afirmación de Bleger de que sin ansiedad no se aprende pero con mucha tampoco.
Sin duda hemos aprendido con esta tesis al habernos permitido ajustar cuentas con nuestro propio pasado y poder mostrarlo públicamente sin demasiadas autocensuras, al menos conscientemente. Esta implicación personal garantiza sin duda la identificación parcial del lector con el texto (cada uno con partes diferentes y todos con cierta revisión biográfica de lo que ha hecho a lo largo de su experiencia profesional al menos). Estamos convencidos de que la lectura (más o menos detallada) de esta tesis no dejará impasible a todo aquél que haya vivido parte de la historia relatada y que, así lo deseamos, lo con-moverá de alguna manera. Ahora vemos más clara nuestra pretensión dialéctica, de intervención, que anunciábamos al empezar el capítulo primero. Con-mover, pro-mover la reflexión, el debate tiene sus riesgos (de ser criticado, generar rechazos viscerales, etc.) pero también sus gratificaciones, al menos para alguien como nosotros para quien la sub-versión tiene el placer de la vida.
El hecho de su atipicidad académica nos ha permitido la superación de algunos prejuicios y autoexigencias positivistas en relación al entorno universitario señaladas por nuestro director de tesis en intervenciones de cuasi-supervisión analítica.
Nada mejor que un detenido recorrido por la primera página de esta tesis para darse cuenta de la búsqueda de un nuevo espacio transdiciplinar desde los márgenes institucionales. Merece la pena que nos detengamos en ella.
Esta tesis es defendida por un doctorando que cursó dos años de Filosofía y Letras (con asignaturas tales como Lingüística, Historia, Filosofía, Literatura, Latín o Griego), tres años de Psicología en la Sección de Psicología de Somosaguas en la Universidad Complutense (con asignaturas tales como Aprendizaje. Psicodiagnóstico, Lógica, Sociología, Psicopatología, etc.) y una formación privada en psicoanálisis y grupos. El programa de doctorado lo cursa, diecisiete años después de su licenciatura, en el Departamento de Sociología y Antropología Social de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Autónoma de Madrid (con asignaturas tales como Metodología avanzada de la investigación social, Filosofía y Sociología de la Ciencia, Controversias en la teoría sociológica contemporánea, Antropología aplicada, etc.), teniendo como tutor del programa a Luis Enrique Alonso, un licenciado en económicas reconvertido en profesor de Sociología y como director de tesis a José Ramón Torregrosa, un licenciado en Ciencias Políticas, reconvertido en profesor de Psicología Social en una Sección Departamental de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
Todo muy normal si lo entendemos como un emergente más de la búsqueda de espacios teóricos transdisciplinares más allá de las arbitrarias fronteras académicas, ya sean de la Psicología, la Sociología, la Antropología, las Ciencias Políticas o cualquier otra disciplina. Nos colocaríamos de esta manera en lo que Vezetti define como tendencia centrífuga de la psicología que buscaría ampliar sus límites con otras disciplinas en nuevas perspectivas de investigación y aplicación. La salud es el campo de nuestro interés en la que pueden confluir las llamadas Ciencias Sociales.
Sería pues, al menos para nosotros, arriesgado catalogar ésta como una tesis sociológica, histórica, psicosociológica o antropológica. Algo de cada parcela tiene al incluir elementos históricos, políticos, de sociología del conocimiento y de las profesiones, de análisis del discurso, de análisis institucional, etc. nuestro temor es habernos quedado demasiado al comienzo del camino y nuestra tranquilidad, con Machado, nos la da la seguridad de que caminante no hay camino, se hace camino al andar. Y en eso estamos.