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Número 1 - Noviembre 2000
La escritura del caso
Alejandra Ruiz

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I - Espacios de lectura del caso: Imperio y límites del lector

Freud, a propósito del caso Dora, nos advierte de un riesgo, quizá también de un oculto deseo de novelista frustrado:

"Sé que hay -al menos en esta ciudad- muchos médicos que (cosa bastante repugnante) querrán leer un caso clínico como una novela en clave destinada a su diversión, y no como una contribución a la psicopatología de la neurosis." 1

Freud no preveía, claro está, las recientes declaraciones de Antonio Tabucchi, quién dice leer el caso Dora como una novela. Justa venganza. Después que el psicoanálisis se ha tomado la libertad de leer los personajes literarios como casos clínicos; extraño retorno aquel que lo ejecuta con su propia vara y lo condena, a su vez, a ser él mismo leído como curiosidad literaria.

Flaubert construye su modelo novelístico sobre los trabajos de los historiadores; Borges propone leer la filosofía como literatura fantástica. También el psicoanálisis puede ser leído del mismo modo, pero no debemos olvidar que esta operación sitúa al lector en el campo mismo de la literatura, y al caso, en el terreno de la novela.

La construcción del verosímil literario puede apelar al verosímil de la época, en el cual se instala el psicoanálisis ya no como discurso sino como sistema de creencias vigentes. Hoy es aceptable decir que a Fulano le va mal porque no puede matar al padre. En cambio, durante el siglo XIX los novelistas debieron esforzarse por explicar que, aunque hablaran de matar al padre, no se trataba más que de literatura; de ahí la consigna, trabajada con precisión por Pierre Bourdieu 2, del arte por el arte. Si en ese momento histórico, los narradores tuvieron que afrontar juicios y sostener la independencia de la literatura en relación con la realidad, excluyendo el carácter de copia o modelo, es porque la literatura amenazaba tener consecuencias en lo real. Quizá la situación hoy se haya invertido: lo real mismo nos parece ficción y vemos televisar una guerra como si fuera una película. Sin embargo, como psicoanalistas nos toca sospechar del verosímil de la época, pues incluye y asimila nuestras propias teorías. Según Paul Ricoeur, lo verosímil pesa del lado del objeto, lo convincente del lado del sujeto. Hay ciertas indicaciones freudianas que nos invitan a intentar ir un poco más allá y más acá de lo verosímil.

En este delicado borde donde se únen, por un lado, el psicoanálisis, y por el otro, la literatura, podemos situar una nueva exigencia de lectura para el psicoanálisis. Las sucesivas reinscripciones de la obra freudiana en diversos campos de la cultura han generado una propuesta estética afectada por la letra freudiana, que hoy hace posible leer el caso Dora como una novela. Debemos, entonces, tener presente esta cuestión antes de tomar una obra literaria como caso clínico. La magistral operación que Lacan realiza en Hamlet: ¿tendría el mismo valor si Shakespeare hubiera escrito bajo el paradigma del psicoanálisis? ¿No correríamos el riesgo de hacer un hallazgo demasiado pautado?

Nueva exigencia de lectura para los psicoanalistas, los problemas que se nos plantean invitan a eludir la trampa, el lugar donde el otro nos espera con sus productos, de algún modo, hechos a medida. Así, la construcción de un verosímil, aunque fuera psicoanalítico, no nos convence.

En segundo lugar, la estética de la recepción, cuyas investigaciones desarrollan algunos aspectos importantes acerca del lugar de lo conciente y lo preconciente en la lectura, y que, en su versión más extrema, deja librado al lector la determinación del sentido de un texto: aquel en quien concluye la obra ostentaría un imperio harto dudoso. Esto tiene sus consecuencias. Simplificándolo, vamos a exponer la situación del siguiente modo: si yo leo el caso Dora en un congreso psicoanalítico, como el receptor espera un relato clínico y su modalidad de escucha va a tener en cuenta la teoría psicoanalítica, el texto se perfeccionaría como un caso clínico; si leo el mismo texto en un congreso de narrativa, en tanto el receptor manda y espera un texto literario, el texto se perfeccionaría como literario. Como en todo verosímil, hay algo cierto y algo profundamente engañoso en esta posición. También Borges leía la filosofía como una página felíz de la literatura fantástica, pero esto, además de ser una ironía, no hablaba de la filosofía sino de la posición de Borges como lector. Bloom dice que toda escritura es el efecto de una mala lectura, pero sólo puede haber mala lectura si hay buena, y es más, sólo puede haber buena o mala lectura si hay texto. Podría ser riesgoso confundir el grado de apropiación subjetiva de un texto, dicho en otros términos, la posición subjetiva del lector con el caso como una escritura del psicoanálisis que inaugura una serie. El texto como tal precisa de la sanción simbólica que lo instituye en determinado campo y no en otro.

En "Análisis terminable e interminable" Freud habla de las dificultades que plantea la lectura para un psicoanalista: "El lector sólo se emocionará con aquellos pasajes en los que se sienta tocado, vale decir, que afecten los conflictos eficaces en su interior por el momento. Todo lo demás lo dejará frío". Aquí, el lector no sólo no manda: su propio tiempo subjetivo determina lo que puede o no leer. Sin embargo, en ningún momento el tiempo del lector real impide la presencia del lector virtual; Freud llega a introducir, mediante el interlocutor imaginario, un lector adverso y empeñado en el malentendido.

En la obertura de los Escritos, Lacan recuerda ese principio ya promovido: que en el lenguaje, nuestro mensaje nos viene del Otro y, para anunciarlo hasta el final: bajo una forma invertida. Y agrega: "Pero si el hombre se redujera a no ser nada más que el lugar de retorno de nuestro discurso, ¿no nos regresaría la pregunta de para qué dirigírselo entonces?

"Tal es en efecto la pregunta que plantea ese nuevo lector, de la que se nos hace argumento para reunir estos escritos."...

"Toca al lector dar a la carta en cuestión, más allá de aquellos a los que fue dirigida un día, aquello mismo que encontrará allí como palabra final: su destinación. A saber, el mensaje de Poe descifrado y volviendo de él, lector, de tal manera que al leerlo se diga no ser más fingido que la verdad cuando habita la ficción."...

"Porque desciframos aquí en la ficción de Poe, tan potente en el sentido matemático del término, esa división en la que el sujeto se verifica por atravesarlo un objeto sin que se penetren por nada, división que está en el principio de lo que se eleva al final de esta compilación bajo el nombre de objeto a.

Es el objeto quien responde a la pregunta por el estilo que planteamos de entrada. En ese lugar que designaba al hombre para Buffon, la llamamos la caída de ese objeto, reveladora de lo que aísla, a la vez como causa del deseo en donde el sujeto se eclipsa y como sustentando al sujeto entre verdad y saber. Del itinerario del que estos escritos son jalones y del estilo determinado por aquellos a los que se dirigieron, quisiéramos llevar al lector a una consecuencia en la que sea preciso poner de su parte." 3

II - La construcción del caso como inauguración de una serie.

Freud suele utilizar géneros literarios, cuyas leyes simbólicas predeterminan el campo, sin explicitar el trastocamiento que sufren como consecuencia de la operación analítica. Dicho en otros términos, si bien en la obra de Freud hay numerosos señalamientos que indican la conciencia de estar trabajando en un campo de escritura específico, marcando cada vez lo que toma y lo que deja fuera de su propio campo, no hay trabajos de Freud que aborden específicamente la escritura del psicoanálisis. Esto se ve claramente en la cita con la que iniciamos este trabajo, donde señala la diferencia entre el caso y la novela. También va a diferenciar al caso de la escritura biográfica. Si leemos atentamente las Memorias en la Acrópolis, veremos que estas memorias son autobiográficas, pero al mismo tiempo modifican el género: no historizan el yo sino las determinaciones que precipitan su caída, su radical extranjeridad.

Que la obra freudiana se traslade entre espacios heterogéneos: biográficos, casos clínicos, escritos teóricos, escritos técnicos, y por último, ensayos y artículos, implica la invención de ciertos paradigmas de escritura en cuyos insterticios seguimos produciendo. Problematizar estos espacios es resituar un contexto de lectura, no para allanar diferencias sino para abrir interrogantes que desnaturalicen el uso mismo de los géneros en el marco del psicoanálisis: Freud inventa, pero no todo.

Naturalizar la letra es, de algún modo, olvidar el carácter de artificio que constituye una escritura: leer aquello que hace a la forma de elaboración de la escritura freudiana implica descentrarse, por un instante, de los contenidos elaborados. Dicho en otros términos, tratar al hombre de los lobos no es lo mismo que escribir su caso. No porque la forma sea un espacio cerrado, separado del fondo, sino porque leer la forma implica un trabajo específico, que acaso requiera otras herramientas conceptuales. Escribir es también poner en acto una idea de la forma.

Habría entonces dos modos de abordar la forma. Uno, tiene que ver con sus aspectos imaginarios, en tanto creencia de que el mero hecho de titular a un caso clínico como tal y recrear cierto verosímil psicoanalítico basta para que el caso exista. Otra, que interroga la forma en tanto conjunto de determinaciones simbólicas que, explícitas o no, permiten inscribir el caso en la serie, dicho en otros términos, que el caso exista como tal para el psicoanálisis.

Abordar la escritura de los grandes casos en psicoanálisis implica referirse a la época de los grandes relatos, sin ignorar su papel de mitos fundantes de nuestra propia práctica. Interrogar de qué modo inciden en nuestra escritura actual requiere un trabajo de lectura que distinga los prejuicios de las necesidades teóricas. ¿Es posible aún escribir casos?, ¿Son casos algunos libros psicoanalíticos que narran aspectos clínicos demasiado "literariamente"? Quizá la viñeta teórica sustituya, en su radical fragmentación, los méritos de aquellas extensas rumiaciones: ¿permite también el ejercicio de relectura, modalidad mediante las cual Lacan articuló la rescritura de casos con un discurso crítico que es también una ética?

Este carácter de exterioridad del caso en relación con la teoría podemos leerlo también en la ausencia de una definición de la palabra caso en los diccionarios de psicoanálisis, reflejo de lo ímprobo de su tarea. Puestos a conjeturar el significado de esta ausencia, podríamos pensar que el psicoanálisis, habiendo quebrado en acto el sentido que tiene el caso para la psiquiatría o la filosofía, aún no ha generado un concepto válido para sí. O también que el caso no puede ser definido por la teoría misma dado que implica su exterioridad y su límite, su puesta a prueba. La problematicidad de nuestra materia no excluye intentar un esbozo de sus contornos.

 

III - Consejos freudianos: los tiempos de escritura del caso

Hay en Freud numerosas explicitaciones temporales, siempre accesorias, tangenciales a los grandes textos, que me interesa volver a interrogar. Al leer estas acotaciones en El hombre de los lobos 4, encontramos algunas que podrían servirnos para distinguir ciertos rasgos del caso y que pasamos a interrogar.

Freud nos da una fuerte precisión temporal. No la historia completa de un análisis sino un fragmento de la fobia infantil reconstruída a posteriori. Lo irrealizable de la tarea, sobre lo que vamos a volver, no es una indicación banal. También en el caso Dora, se explicita que la escritura es realizable en la medida en que el tratamiento ha sido breve y ha concluído. En Oralidad y Escritura, Walter Ong señala que el pasaje de la oralidad a la escritura implica el pasaje de un tiempo secuencial a un tiempo lineal, dicho en otros términos, un achatamiento. Los narradores orales ordenaban sus relatos en secuencias: cuando le solicitan a uno de ellos que cuente todas las historias de cierto héroe, se asombra. Nunca nadie ha contado todas las historias de ese héroe porque son inagotables. Suponer que alguien conoce todas las historias acerca de determinado héroe quizás sea una suposición más propia de las culturas que conocen la escritura, señala Ong. La evolución de la literatura, el caso policial y el relato fantástico requieren un ordenamiento lineal del tiempo que, según el autor, implica una modificación de la idea del tiempo, impensable en las culturas que no han conocido la escritura.

Más allá de algunas críticas que nos merece la excelente obra de Ong, podemos señalar que la indicación freudiana corresponde a la idea de que el tiempo secuencial, la sucesión de sesiones haya concluído para que el pasaje a la escritura sea posible. Dicho en nuestros términos, el caso ya está escrito y su escritura es, en realidad, una rescritura.

El relato freudiano procede por aproximaciones y falsas conexiones. En primer término nos narra siempre una solución falsa. Es decir, procede dialécticamente en tanto nos convence de que la escena de seducción devela los misterios e inmediatamente después, gira el timón y nos muestra el carácter apariencial de esta solución. Sin embargo, como lectores, el efecto de sorpresa que nos produce toma su fuerza de la falsedad de aquello mismo de lo que nos convenció antes. Si retrocede en el tiempo, también retrocede en la escritura y ello porque el tiempo funciona en la narración misma con los tiempos del inconsciente. Tiempos de anticipación y retroacción, los hechos surgen según otro orden que no es el cronológico. Que primero está el Otro es un hecho que acontece en la misma narración. La espera es situada en diversos puntos de la trama. Si quisiéramos destruír uno de los grandes misterios de este caso, quizá uno de los motivos por los que su lectura misma produce efectos de transmisión, un buen modo de acuchillarlo sería reordenar el "material" comenzando por la escena traumática, siguiendo por la de la seducción, terminando por los últimos efectos de la neurosis que son los del tiempo anterior a su escritura, adonde de paso se quitarían las resoluciones ambiguas, aparentes, para dejar sólo la verdadera.

Me parece oportuno recordar un trabajo de Luis Guzmán 5, quien traza la relación entre los tiempos del relato del caso Dora y los tiempos en juego en la histeria. Habría, entonces, un manejo de los tiempos de la narración que muestra, en acto, la temporalidad de esa estructura; del mismo modo se inscribe la circulación del secreto. De este modo, el relato del analista estaría obedeciendo a determinaciones temporales de la estructura. Porque es desde la transferencia donde se ordena este otro tiempo de los historiales. Siguiendo estas consideraciones, encontraremos también en el hombre de los lobos los momentos de detención que hablan de los tiempos del inconsciente y en el caso Schreber, esa temporalidad unilátera propia de la paranoia, y un modelo de escritura que sigue las vías de la traducción, letra a letra.

Modalidad de escritura que es también un modo de poner a trabajar los conceptos. Por algunas páginas, el analista deberá fingir olvidar adonde supone que eso conduce para volver a interrogarlo, cosa que exige una división. En el Seminario del Acto psicoanalítico, Lacan dice: "El acto psicoanalítico esencial del psicoanalista, implica algo que yo no nombro, que he esbozado bajo el título de ficción, que se vuelve grave si se convierte en olvido, fingir olvidar que su acto es ser causa de este proceso."

Si atendemos a las indicaciones freudianas, hay tres planos temporales que ordenan el caso: uno es el tiempo de la oralidad, otro es el tiempo de la narración, otro el tiempo narrado. Que el tiempo de la oralidad sea un real, que deba perderse la presencia real del paciente para que queden sólo algunos dichos, implica que hay allí un real que no cesará de no inscribirse. Que el tiempo narrado acceda al asombro, al suspenso, a la cifra implica recomenzar con la página en blanco, poner en suspenso lo que se cree saber acerca del caso para volver a interrogarlo. Entonces, la escritura del caso ya no es un ejercicio especular donde el analista cuenta una historia con afectada ingenuidad, para enseguida mostrar la carta que guardaba desde el principio bajo la manga: se trata de una apuesta. Riesgo de escribir sin saber hacia adonde eso conduce: Que el tiempo de la narración sea posterior al tiempo del tratamiento implica que la escritura del caso es ya una rescritura.

III-b: El espacio discursivo: psicoanálisis o "literatura"

En primer término, el escrito sitúa lo que no va a decir. En El hombre de los lobos Freud marca, de este modo, una economía del relato. El centro de su caso es materia periférica. No la historia completa de un análisis, sino una fobia infantil reconstruída a posteriori. Relato del relato del relato. La historia completa de la enfermedad es, a los ojos de Freud, una tarea irrealizable desde el punto de vista técnico e inadmisible socialmente. Si tenemos en cuenta lo que nos es contado en el historial, el gesto de pudor freudiano no deja de suscitar un legítimo asombro. Sin embargo, esta renuncia a escribir todo sitúa dos límites: lo irrealizable de la tarea, lo inadmisible en lo social.

En segundo término, lo que considera un caso psicoanalítico se define por su complejidad y por los obstáculos planteados a la teoría. Los casos sencillos, de fácil resolución, no sirven sino para que "avance la significación médica del psicoanálisis".

Freud sitúa, de este modo, su propia posición, aquello que causa su deseo de escribir ese caso singular y no otro. Si interrogamos la herencia freudiana, preciso es reconocer que la escritura de casos se inscribe siempre en el seno de un debate teórico. Los casos no ilustran una teoría, Freud no apela a una única teoría para explicar un caso sino que pone en acto al menos dos teorías sobre cuyo debate encuentra en la clínica misma aquel tercero que dará la última palabra. Podemos pensar que se trata de una argucia, que desde el principio Freud tiene guardada aquella carta que recién nos va a mostrar al final del caso, bajo el acápite de soluciones y problemas finales, ( y en cierto sentido, estaríamos en "la verdad"). No podemos negar la existencia de algunos ordenadores lógicos que operan la trama freudiana y, evidentemente, son ellos mismos los que sitúan tanto lo que va a escoger como lo que va a deshechar; también podemos apostar a que algo nuevo se produjo allí y leer en las entrelíneas las huellas de su invención.

"El historial clínico que he esbozado hasta aquí no parece en su conjunto digno de comunicarse. "Petite hystérie" con los más corrientes síntomas somáticos y psíquicos: disnea, tussis nervosa, afonía, quizá también migrañas; además desazón, insociabilidad histérica y un taedium vitae probablemente no tomado en serio. Sin duda se han publicado historiales clínicos de histéricos más interesantes, registrados en muchos casos con mayor cuidado; y, en efecto, en lo que sigue no se hallará nada de estigmas de la sensibilidad cutánea, limitación del campo visual, etc. Pero me permito observar que todas las colecciones de casos de histeria con fenómenos raros y asombrosos no nos han hecho avanzar gran cosa en el conocimiento de esa enfermedad, que sigue siendo enigmática. Lo que nos hace falta es justamente esclarecer los casos más habituales y frecuentes y, en ellos, los síntomas típicos. Quedaría contento si las circunstancias me hubieran permitido esclarecer plenamente este caso de pequeña histeria. De acuerdo con las experiencias que tengo hechas con otros enfermos, no dudo de que mis recursos analíticos habrían bastado para ello." 6

Estas consideraciones freudiana resitúan el espacio discursivo. No es la "rareza", no es "lo interesante" del caso lo que constituye un caso para el psicoanálisis, sino, muy al contrario, la habitualidad y la frecuencia con los que se presentan los síntomas a interrogar. Freud se anticipa, de esta manera, a las colecciones de casos "extraños", a las narraciones oscurantistas, telúricas donde lo que produce asombro es "la maravillosa historia que aquí se trata" y no la articulación de la emergencia de lo inconsciente. Hay muchas causas de asombro en el mundo, pero Freud se ocupa solamente de las que atañen al psicoanálisis. Del mismo modo, hay muchos enigmas en el mundo, pero no todos interrogan a la teoría psicoanalítica. Muchas veces, el analista se ve empujado por otros discursos a plantear enigmas que desvían el sentido de su trabajo, quedando así arrasado en su propio deseo. Entonces podríamos pensar que el interés "literario", las intenciones manifiestas o no de "adornar" al caso, la acumulación de golpes de efecto propios del suspenso, convierten al discurso analítico en lo que Borges, no sin humor, llamaba "literatura fantástica". Tal como señalaba Eduardo Müller en una conferencia reciente, el analista suele ser convocado a la prensa para dar una explicación "científica" de casos asombrosos y, si responde a esta demanda sin haber pensado lo suficiente en ello, su respuesta va a quedar ubicada en un lugar complicado; que pueda articular el discurso psicoanalítico allí es una apuesta que muchas veces encuentra su propia estatura al borde de una hazaña irrisoria. Lenta práctica de despojamiento, la escritura es una puesta en acto de la renuncia a tener una respuesta para todo, lugar al que permanentemente es convocado el psicoanálisis, en la medida en que no sea entendido como un discurso.

Por último, Freud sitúa siempre el otro al que se dirige. Esto implica, no sólo que lo hace presente en su escritura, sino también que el discurso psicoanalítico no se construye solamente entre pares. La escritura del caso forma parte de lo que llamaríamos lo esotérico: está dirigida a otros analistas. Freud también es explícito en este punto. El caso no es del analista, el analista hace entrega a sus pares de un don. El don de su falta, dice Isidoro Vegh 7. Este corte propicia que otros analistas puedan continuar, de algún modo, su escritura. Cuando Lacan trabaja al hombre de los sesos frescos no hace otra cosa que leer lo que Kris ha escrito y, probablemente, reintroducir la incertidumbre donde sólo había certeza. Este punto, que Lacan pueda hacer eso y no otra cosa, quizá esté relacionado con la vasta estrutura narrativa del caso: parece imposible realizar esa misma operación con una viñeta clínica. Aquí una parte de su desgracia y también de su fortuna.

Al explicitar sus diferencias con el discurso del dramaturgo, Freud sanciona otra especie de "abstinencia": el analista debe privarse de embellecer, cambiar, suturar, taponar, en suma, novelizar, ya que el caso no es una propiedad privada del analista en la misma medida en que, al darlo a la comunidad, hace entrega de un enigma que causa. Lacan, en el seminario de la ética, nos advierte acerca de la función de barrera que hace lo bello al encuentro con lo real. Si el analista debe ir más allá de lo bello, también es preciso decir que hay una literatura de vanguardia que también lo hace, modificando la categoría misma de belleza y el concepto de arte. Creo que en muchas partes de la obra de Lacan hay citas, advertencias, comentarios irónicos, señalamientos acerca de la literatura analítica. En el seminario ya citado, dice: "Lo que se enseña en la Facultad de Letras es un vaso que fuga. Amenaza con no tener consecuencias en lo real."

IV - Los rasgos del caso

¿Qué cosa es la que lleva a un analista a escribir un caso?

En primer término, tal vez haya un llamado. Puede que no sea el analista quien elige el caso, sino el caso el que reclama al analista con el fin de ser narrado. Algo o alguien golpea a las puertas de la percepción. De algún modo, el caso se impone. No sólo Freud da cuenta de los motivos que causan su escritura, muchos otros analistas interrogan este momento. Especialmente significativo me parece el relato incluído en "Nacimiento del Otro", realizado por Rosine y Robert Lefort:. También en "Los ojos de Laura ", escrito por Juan David Nasio, podemos leer en la presencia de una mirada cómo el caso ejerce el imperio de su llamado.

En segundo término, suponemos que subyace el deseo de plantear un interrogante dirigido a la teoría, en el estado de desarrollo en que se encuentra en ese analista y en ese momento, y en función de la incidencia de que esa teoría no puede ser totalizada jamás. Que el interrogante se formule o no es consecuencia de este proceso de escritura que comienza por unas notas y termina por un escritorio abarrotado de papeles. Cuando la escritura avanza lo suficiente, el enigma llega a ser formulado y el texto hace borde a lo real del caso. Si hay coincidencia entre lo que se plantea el analista y lo que se plantea el psicoanálisis, el caso pasará a formar parte de la teoría psicoanalítica: sentará casuística.

En este sentido, los tiempos de la escritura del caso incluyen la anticipación y el aprés coup, si el saber hace litoral con el goce entonces el caso se muestra como letra a ser leída, y se resignifica como caso. Recién entonces la escritura marca el antes y el después del acto. Ahora bien, como se trata de tiempos lógicos y no de tiempos cronológicos, cabe señalar que el caso se puede escribir en diversos momentos cronológicos, en diversos escritos. Y hasta veríamos cierta necesariedad en ese modo de retorno, en ese poder de ejercer nuevamente su llamado. Vemos en Freud la marca de esta insistencia: lo no inscripto en lo simbólico retorna en una nueva escritura. Esta insistencia freudiana en volver a interrogar los mismos casos, los mismos recuerdos, acaso implique una ética, cierta renuncia a la novedad. Es otra especie de abstinencia. El anacronismo freudiano encuentra también cierto eco en la obra de Lacan: de algún modo, avanza en la escritura de los mismos casos mediante la insistencia, las sucesivas reescrituras: "Mil veces en el telar volved a poner".

Quisiera concluír con una cita de Lacan:

"Este no es un caso particular sino un caso ejemplar: si la posición del analista no se determina nada más que por un acto, el único efecto que puede registrarse para él es como fruto de un acto y para emplear esa palabra fruto, ya les he recordado la última vez su eco de fruición. Lo que el analista registra como experiencia mayor no podría superar ese hito decisivo de su propia presencia que acabo de indicar. Cuáles serían los medios para que pudiera ser recogido lo que, por el proceso desencadenado por el acto analítico, es registrable como saber, acá está lo que plantea la cuestión de la enseñanza analítica. En la misma medida en que el acto psicoanalítico es desconocido se registran los efectos negativos en cuanto al progreso de lo que el psicoanálisis puede totalizar de saber, que nosotros hemos constatado, que hemos podido palpar, que se expresa en muchísimos pasajes y en toda la extensión de la literatura psicoanalítica, déficit con respecto a la totalidad de lo que podría almacenar de saber."

 

V - Los ragos del caso: conclusiones provisorias.

1.- Economía del relato.

2.- Complejidad y obstáculos planteados a la teoría, encarnada momentáneamente por esos otros analistas a los que se dirige el caso.

3.- Inscripción en la simbólica del don, don de la falta.

4.- Ordenamiento temporal formalizado desde la transferencia y afectado por los tiempos de la estructura.

5.- Sometido a la rescritura por hallarse bajo el intento de no ceder en el deseo: renuncia al mismo tiempo a la novedad y manifiesta el necesario retorno de lo no escrito.

6.- Búsqueda de lo real de la letra: trabajo de renuncia a "contar la historia" y, al mismo tiempo, ruptura de la apariencia y de lo bello en el intento de ir más allá.

7.- Puesta en acto de la ficción de olvidar que su acto es ser causa de este proceso de escritura justamente para poder escribirlo e intentar, nuevamente, el encuentro con lo real del caso.

8.- Por último, doble renuncia a escribir todo el caso y el caso como un todo, ya que se halla limitado en dos vertientes: lo irrealizable de la tarea, lo inadmisible socialmente.

Creo que estas líneas trazan algunas de las coordenadas de lo que actualmente producimos como casos: su escritura es más bien un ejercicio de abstinencia y despojamiento en el que opera la ficción: poner a trabajar la ficción de que la escritura del caso es posible y la fixión, como fijación, insistencia en que esa escritura tenga consecuencias.

Notas

1 Freud, Sigmund. Obras Completas. Tomo VII. Fragmentos de un caso de histeria, P.8., Amorrortu.

2 Bourdieu, Pierre, Las reglas del arte ; Editorial Anagrama, S.A., 1995, Barcelona.

3 Lacan, Jacques, Escritos, Obertura, Octubre de 1966

4 Freud, Sigmund. Obras Completas, Amorrortu. Tomo XVII

5 Guzmán, Luis. El relato en la clínica freudiana. Conjetural N°21

6 Freud, Sigmund;"Fragmento de análisis de un caso de histeria", Tomo VII, Amorrortu.

7 Vegh, Isidoro. Matices. Ed. Agalma

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