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La referencia a Foucault y otros autores:
La heterogeneidad de sus textos

Marcelo Pasternac

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En El psicoanálisis, una erotología de pasaje y en su intervención en el Coloquio L'opacité sexuelle de la école lacanienne de psychanalyse, de junio 1998, en París, Allouch presentó ciertos elementos que tenían relación con algunas preocupaciones expresadas en la intervención que sigue y que me permití subrayar en esa ocasión:

  1. que el psicoanálisis se había dejado embarcar en una práctica pastoral signada por el cuidado de la bio-norma y por lo tanto en una dimensión adaptativa; y
  2. que había una articulación del psicoanálisis con la historia y no sólo con el plano de la estructura, con lo cual quedaba claro que la consideración necesaria de la dimensión histórica no implicaba tampoco el abandono de la referencia estructural.

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Allouch dice en El psicoanálisis, una erotología de pasaje:

"Tengo una declaración que hacerles...: la posición del psicoanálisis, digo, será foucaultiana o el psicoanálisis no será más. Además, veremos que ese fue siempre el caso."

La referencia a Foucault y a quienes producen en torno a su reflexión con respecto a la cuestión de la identidad, el deseo y el placer es fundamental para el psicoanálisis y para los psicoanalistas, constantemente acechados por la desaparición de la especificidad de su práctica y con ello de la del psicoanálisis mismo, como consecuencia del deslizamiento a una respuesta implícita a la estructura social y a la cultura que domina en ella y hacia una normativización moralizante. Cualquiera sea ésta se opondrá forzosamente a la orientación centrada en la singularidad del deseo (en sentido psicoanalítico y no forzosamente foucaultiano) que no prejuzga sobre la manera en que ese deseo moviliza el mundo de los placeres y que no se propone de ningún modo un ideal de identidad en la realización de dichos placeres. Pero al mismo tiempo conviene subrayar también que la referencia a Foucault no es homogénea y que exige en cada texto diferenciar lo que, justamente por su preocupación por la dimensión política y social, puede recaer, en cuanto al psicoanálisis se refiere, en otro modelo de ideales y sumergir al psicoanalista en su práctica en otra forma de etificación en desmedro de la singularidad del sujeto y su dimensión esencial para el psicoanálisis. Entonces, "el psicoanálisis será foucaultiano o no será..." como dice Allouch, pero en el sentido de ese Foucault que interpela al psicoanálisis en ciertos aspectos de su tendencia a normativizar y no en el sentido de cualquiera de sus formulaciones de manera indiferenciada.

Ahora bien, ¿en qué medida Foucault afecta la economía de lo que transmite la enseñanza de Lacan?. Allouch dirá en el texto ya mencionado...

  1. que Lacan no está allí donde Foucault llega a atacar, oportunamente, al psicoanálisis;
  2. que Foucault no deja de indicar su proximidad con Lacan;
  3. que quien esté preocupado por no desatender la erótica en juego dentro de la ética [...] [no hallará] nada mejor para hacerlo que basarse en la proximidad Lacan/Foucault.

Es decir que al leer en Foucault algo sin lo cual "el psicoanálisis no será más", Allouch confirma una posición que hace escuela: el máximo respeto al discurso de Lacan verificado en el cuidado del establecimiento de lo que dijo Lacan, la lectura del discípulo que a partir de ese establecimiento dice otra cosa más y, por qué no, distinta, y lo que él ha definido como una prolongación de ese discurso y no un simple seguimiento. No se trata de seguirlo, entonces, sino de prolongarlo con lo que se lo sigue, paradójicamente, cuando Lacan propone que sigan su ejemplo... sin imitarlo, para lo cual hay que leerlo como él leía a Freud, por un lado, y por otro lado... leer todo lo que cuestiona al psicoanálisis porque de allí viene lo que, como en el caso de la lectura de Foucault, le permitirá seguir siendo psicoanálisis.

Pero nosotros tenemos que leer también a Allouch con esa seriedad y entonces en esa serie... Porque Allouch en esa "prolongación" y, apoyándose en su lectura de Foucault dice que hay que reconocerle al "psicoanálisis" (sin adjetivos) el mérito de haber abierto una brecha esencial en la erótica al destacar la sexualidad humana como algo que no está dado como un hecho natural o sea biológico... pero le critica que... creyendo... que el "dispositivo de sexualidad" [como lo llama Foucault]... sea ... el de los complejos conjuntos de Edipo y de castración o su retoma lacaniana con una metáfora paterna que genera la significación del falo... [creyendo eso] el psicoanálisis... construya algo así como una cortina de humo que... mientras creía describir la sexuación como un procedimiento con [visée] objetivo, ambición, universal... descuidaba ... la historia singular de la sexualidad ... de la que como erotología [el psicoanálisis]... formaba parte. [subrayado mío]

En otros términos, Allouch sostiene que estas elaboraciones, nada menos que la retoma lacaniana de Edipo y castración, la significación del falo, la metáfora paterna... descuidaban al psicoanálisis como erotología. Nos podemos interrogar si esta crítica...

  1. afecta sólo ciertos aspectos marginales del psicoanálisis de Lacan o
  2. si hace saltar toda la estructura del mismo o
  3. si éste, en cambio, resulta aún rescatable por medio de una reformulación de sus elementos.

Allouch considera -y nosotros con él- que el psicoanálisis está más amenazado por el lado de la esclerosis de sus formulaciones que por la sensibilidad a los puntos conflictuales de su experiencia y a las críticas atendibles que le vienen desde otros horizontes (y Foucault es un ejemplo de ello) y que son más bien los lugares comunes de sus fórmulas vaciadas por el uso y transformadas en clichés los que pueden llevar a su extinción como práctica delicada de la singularidad. Allouch, entonces, ha encontrado en los textos de los estudiosos que testimonian de su confrontación vivida y reflexiva de las cuestiones de la erótica y del género, los llamados gay and lesbian studies, un gran estímulo para localizar cómo por el lado de la ignorancia de sus aportes pertinentes se presenta el riesgo mayor de la recuperación del psicoanálisis para una técnica normativizadora.

Sobre todo Foucault, y quienes lo han tomado como punto de referencia para su reflexión, abordan las cuestiones de la identidad sexual y su vinculación con la exigencia social de normar la localización de dicha identidad como un elemento que permite la gobernabilidad de la sociedad. A partir de estas consideraciones interpelan al psicoanálisis en la medida en que esos autores sitúan su metodología que consideran emparentada con la confesión como un procedimiento que conduce a los sujetos a insertarse bajo el efecto de los mecanismos de dominación. Los inevitables aspectos del poder presentes en toda relación humana, sostiene Foucault, pueden desplazarse de las asimetrías, allí ineludibles, hacia formas de gobernabilidad que finalmente desembocan en sistemas de dominación.

Entonces, en la medida en que algo de esta concepción corresponda a los hechos y resulte que el psicoanálisis quede realmente complicado con los mecanismos de dominación, no puede desentenderse de esta crítica y debe subrayar justamente lo que la sitúa como una erotología. La cuestión consiste, desde mi punto de vista, en definir si lo que venía siendo criticado era el psicoanálisis o ciertas prácticas que justamente abandonan lo que constituye la especificidad del método psicoanalítico y el objetivo de esa experiencia. Y por otro lado establecer también si algunas de esas críticas no constituyen del lado de Foucault y otros, como Leo Bersani [vide infra], una versión politizada, un impulso a la moralización de la práctica que pretenden criticar.

Así, partiendo de su rechazo al esencialismo de la identidad, por un lado, y de la promoción, en cambio, de una idea constructivista de la identidad que él sostiene (y que también podría ser leída como una distancia, un apartamiento con relación a la identidad), por otro, Foucault le atribuye críticamente al psicoanálisis una noción esencialista de la identidad y de la subjetividad. En efecto, en 1980 dice: "Es peligroso considerar la identidad y la subjetividad como componentes profundos y naturales, que no estarían determinados por factores políticos y sociales. Debemos liberarnos del tipo de subjetividad del que tratan los psicoanalistas" [él no dice "ciertos" psicoanalistas*.]

Dos años más tarde, en entrevista de 1982 publicada en 1984, insiste en su argumentación, sin referirse esta vez al psicoanálisis,: "...las relaciones que debemos mantener con nosotros mismos no son relaciones de identidad; deben ser más bien relaciones de diferenciación, de creación, de innovación...".. Nos queda, sin embargo, la pregunta acerca de si el psicoanálisis actúa para Foucault en un sentido opuesto a ese objetivo de innovación y diferenciación. La sociedad necesita, según Foucault, los mecanismos de identidad para que la gobernabilidad de los sujetos sea eficiente. Foucault sostiene la existencia inevitable entre los humanos de relaciones de poder en cuyo funcionamiento las técnicas de gobernabilidad o de gobierno hacen una transición entre, por un lado, los juegos estratégicos entre las libertades subjetivas y, por el otro, la tercera categoría del poder consistente en los estados de dominación. Al atribuirle al psicoanálisis la condición de una técnica destinada a consagrar la norma de la identidad, Foucault le asigna un papel en ese deslizamiento posible hacia las relaciones de dominación.

Me limitaré aquí a algunas reflexiones más sobre los enfoques foucaultianos acerca de placer, deseo e identidad.

 

Deseo, placer, identidad

La lectura de los textos de Foucault (así como la de los autores de los llamados estudios gay and lesbians) plantea la cuestión de discriminar con todo cuidado con qué problemas del psicoanálisis se pueden confrontar. Hay una dimensión social y política que tiene su propia especificidad, distinta de la de la experiencia subjetiva que aborda el psicoanálisis cuando elabora su doctrina y su teoría en función de la experiencia clínica de cada análisis singular.

Esto aparece muy claramente en una conferencia que dictó Foucault en Brasil a mediados de 1981. Alguien que asistía a su conferencia lo interrogó asombrado por el hecho de que en su disertación Foucault no hacía la diferencia, entre repression [Unterdruckung en alemán, supresión en español] y refoulement [Verdrängung en aleman, represión en español]. En su respuesta, Foucault reconocía la pertinencia de la pregunta pero subrayaba que, mientras en psicoanálisis la represión, refoulement en francés, remitía a la constitución del inconsciente y del deseo y que en Freud y en Lacan eso no remite a la supresión, y esto lo sostienen, dice Foucault no sin cierta gracia, "los psicoanalistas más psicoanalistas", como Melanie Klein y Lacan, hay otros [supongo que unos psicoanalistas menos psicoanalistas], entre quienes menciona a Reich y Marcuse, quienes hablan de mecanismos sociales. Justamente, Foucault sostiene que, para eludir este difícil problema de interpretación freudiana, él prefiere no utilizar otra noción que la de represión porque los historiadores de la sexualidad sólo utilizaron, con cierta razón según él, esta noción dado que, nótese bien esto, "esta noción hace aparecer los contornos sociales que determinan el refoulement", la represión en sentido psicoanalítico. Ahora bien, este es un punto capital en la diferencia entre el discurso foucaultiano y el discurso lacaniano pues para éste hay constitución de lo que en Freud es la Urverdrängung, la represión originaria, porque el sujeto humano es un sujeto hablante en quien el lazo social está relacionado con la oposición significante de la que es efecto, mientras que para Foucault la cuestión se escribe al revés, textualmente dice: "podemos hacer la historia del refoulement a partir de la represión" (y esta formulación suya no permite atribuírle a los "contornos sociales" de los que habla el carácter del lazo significante). El psicoanálisis hace la historia, por así decir, de la constitución subjetiva, mientras que Foucault hace la historia social, de la represión social. Se podrán articular, pero no deberían confundirse, agregaré por mi parte.

Nos interesa aquí subrayar el cuidado que exige distinguir el plano en que al psicoanálisis esto lo interroga. La acentuación que hace Foucault del tema del placer para oponerlo al del deseo permite observar su diferencia con la cuestión del deseo en psicoanálisis, y la forma en que éste último moviliza metonímicamente la busqueda de distintas formas del placer fenomenológicamente observable. Una vez diferenciados los campos, debemos rescatar el señalamiento de que los psicoanalistas en su práctica pueden quedar aprisionados imperceptible o groseramente en una normativización que descalifica los observables del placer experimentado por los sujetos en su vida social cuando no corresponden a un ideal de identidad impuesto por la sociedad. Si caen en esta dimensión normativa los analistas dejan de practicar el psicoanálisis para participar en la gama de manipuladores demandados por la producción y reproducción de los sistemas existentes de explotación y sus expresiones culturales e ideológicas. En otros términos, serían esos los psicoanalistas menos psicoanalistas, o más exactamente que han abandonado el psicoanálisis y al situarse en un campo ideológico, sociológico transmiten valores muy pertinentemente criticables y criticados por Foucault porque, en mi opinión, justamente han dejado de lado al psicoanálisis al etificarlo, al aprisionarse en una dimensión moralista, extraña a la ética del psicoanálisis, extraña a la cuestión del deseo, moralizando los placeres, una práctica de la supresión conciente fuera de la problemática del deseo inconsciente y de su referencia a la represión, al refoulement.

 

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Véamos ahora como plantea Bersani, en la misma veta crítica acerca de la concepción psicoanalítica del deseo, su posición en su libro Homos.

Bersani sostiene allí que "el psicoanálisis arruina sus propias pretensiones en el control de la identidad personal, inmoviliza también al sujeto humano en su demostración persuasiva de un antagonismo irreductible y por lo tanto políticamente irremediable, entre la realidad exterior y las estructuras del deseo..."

¿Qué psicoanálisis sería este que se propone, según Bersani, el control de la identidad personal? Acaso si así fuera ¿no dejaría, automáticamente, de ser psicoanálisis?, al menos en la concepción basada en la experiencia lacaniana en la que el fin del análisis está colocado en relación con la destitución/institución subjetiva, articulada en ese fin con la destitución del sujeto supuesto saber en la transferencia y, por lo tanto, en el sujeto que podría, si renuncia a la posición del analista colocarse efectivamente en el lugar de los ideales sociales, políticos, morales, de la "identidad personal" (para utilizar la terminología de Bersani) que debe ser controlada. Esta es la advertencia crítica que hay que subrayar. Pero va acompañada de otra dimensión que recae con otro signo en lo mismo que pretende criticar.

Y, en cuanto a "la demostración persuasiva de un antagonismo irreductible entre la realidad exterior y las estructuras del deseo"... Bersani acusa al psicoanálisis de inmovilizar al sujeto en ese antagonismo. Dejando de lado que su oposición parece subrayar que eso es "políticamente irremediable", argumento que carece de valor salvo para una posición "etificada" para usar la terminología crítica de Allouch, lo que me parece más importante es que semejante oposición irreductible poco tiene que ver con una experiencia que el ternario lacaniano real simbólico imaginario permite anudar y no contraponer antagónicamente pues la dimensión del deseo es de otro orden que el imaginario, para nada descalificado al nombrarlo así, de lo que muy tranquilamente aparece aludido con el nombre de "realidad exterior" que incluye los placeres experimentados y, en este sentido, observables por quien los vivencia fenomenológicamente y puede entonces hablar de ellos.

Bersani se detiene, además, en la observación acerca de la escasa eficacia del psicoanálisis cuando es utilizado como instrumento de crítica ideológica, dado el volumen limitado, políticamente insignificante, dice, de su público de intelectuales y universitarios. Si el psicoanálisis se propusiera en cuanto tal presentarse como un "instrumento de crítica ideológica", la afirmación de Bersani sería compartible, sin perjuicio de que los descubrimientos analíticos y lo que se puede producir como teoría en la interacción entre doctrina, experiencia y topología pueda tener consecuencias en la crítica ideológica, no psicoanalítica, como es el caso del mismo Bersani. Pero éste va más lejos y considera que el psicoanálisis es una "disciplina" (así la llama) que tiene una tendencia fatalmente conservadora porque "apunta a demostrar la irreductibilidad del deseo humano". Pero el psicoanálisis no apunta a demostrar eso, sino que lo encuentra en su experiencia como algo irreductible. Cada análisis en su singularidad es un experimento crucial en el que se pone a prueba si el deseo es o no efectivamente irreductible. Considero que hasta ahora, cuando hay efectivamente una experiencia psicoanalítica, y los observables son insistentes, se comprueba esa irreductibilidad frente a las ilusiones de completud, palabra plena, narcisismo sin grietas, y otras fantasmagorías del mismo calibre. Que esto sea doloroso para las posiciones "progresistas" o que coincida con los políticamente conservadores, cosa que dudo, es tan irrelevante en este campo como la desagradable insistencia de la ley de la gravedad que nos impide levantar vuelo con sólo agitar las manos. El conservadurismo o el progresismo son criterios políticos propios del deslizamiento hacia una "moralización" de esta práctica con pérdida de su especificidad.

Véamos, en cambio, cómo formula Lacan la cuestión vinculada con la posición del analista...[quien]:

No sólo no tiene, por supuesto, ese soberano bien que le demandan, sino que sabe que no lo hay, porque no es otra cosa el haber llevado a su término un análisis, sino haber captado, haber encontrado, haber chocado con este límite que es aquél en que se plantea toda la problemática del deseo. Que esta problemática se vuelva central en todo acceso a una realización cualquiera de sí mismo, eso es la novedad del análisis.

Al encontrar semejante discordancia entre el enfoque de Bersani y la versión que da Lacan del choque con la carencia sólo resta tener buen cuidado de no perder de vista lo que en la frase de Bersani mantiene su pertinencia: que el psicoanálisis arruina sus propias pretensiones cuando cae en el control de la identidad personal... La irreductibilidad del deseo no tiene porque traducirse en una "pastoral" tarea de limitar los placeres accesibles a aquellos que puedan corresponder a una bio-norma convencional. No encontramos en Lacan una propuesta semejante...

 

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Volviendo a Foucault, notemos que éste puede decir, en su propio territorio, con toda pertinencia (en abril de 1981) refiriéndose a la imaginería homosexual sobre la que lo interrogan que: "Debemos trabajar ... no tanto en liberar nuestros deseos sino en volvernos infinitamente más susceptibles de placer... para lo cual hay que escapar a las fórmulas ... del puro encuentro sexual y de la fusión amorosa de las identidades." Como se ve, una vez situado el problema en el campo de la realidad de los placeres (del orden imaginario en el discurso de un analizante que hablara de ellos) el analista se vería enfrentado a una cuestión en su propio terreno: ¿podría de un modo consecuente hacerse el heraldo de ideales del puro encuentro sexual o de la fusión amorosa, o situarse en la perspectiva de identidades preestablecidas para esa fusión?... Aquí está, en mi opinión, el punto en que los psicoanalistas se deben sentir interpelados por el discurso de Foucault.

Y al mismo tiempo queda claro que esto no conduce a abandonar la problemática psicoanalítica del deseo, no foucaultiana, diferente de la noción de deseo que Foucault maneja, situada, en su caso, en el campo social de las exigencias identitarias: la identidad asignada por la exigencia social y sus mecanismos de poder y gobernabilidad supone para él deseos que se oponen a los placeres discordantes con los mecanismos de dominación social.

La reflexión de Foucault remite entonces a la relación entre el deseo y la asignación de una identidad, a la que ese deseo deberá ajustarse, y por lo tanto a una coagulación en identidades, de hombre, de mujer, de homo, de hetero, en lugares sociales que permiten el ejercicio del poder, la gobernabilidad y la dominación de los sujetos . Es interesante notar que en este punto Foucault se diferencia de los movimientos que subrayan ante la sociedad el orgullo de su identidad (justamente de su identidad) homosexual aunque les reconoce la función que pueden jugar o haber jugado en la reivindicación política de un grupo discriminado u oprimido. Pero él pretende ir más lejos en su crítica y señala que la pregunta "¿Qué ser sexual es usted?" equivalente en este caso para Foucault a "¿Cómo se identifica en su deseo sexual?"se inserta en un conjunto de prácticas, instituciones y conocimientos que hacen de la sexualidad un dominio coherente y una dimensión fundamental del individuo y Foucault rechaza el hecho de que el individuo pudiese ser identificado con y a través de su sexualidad... lo cual se inserta en su concepción del funcionamiento de los mecanismos de gobernabilidad y el deslizamiento de estos hacia los poderes de dominación de los sujetos.

Entonces, es allí donde juega su crítica al psicoanálisis, o, más bien, a cierto psicoanálisis que caería en el mecanismo que conduce a la fijación de identidades y por lo tanto al sometimiento a esos dispositivos de dominación. Su crítica es muy dura y debe ser tomada muy seriamente:

"El psicoanálisis, dice es una técnica de trabajo de sí sobre sí fundada en la confesión [aveu]. En ese sentido es igualmente una técnica de control dado que crea un personaje que se estructura en torno a sus deseos sexuales. Eso no implica que el psicoanálisis no pueda ayudar a nadie. El psicoanalista tiene puntos comunes con el chamán en las sociedades primitivas. Si el cliente acuerda crédito a la teoría prácticada por el chamán puede ser ayudado. Ocurre lo mismo con el psicoanálisis. Lo que implica que el psicoanálisis opera siempre con mistificación, porque no puede ayudar a nadie que no crea en él, lo que subentiende relaciones más o menos jerárquicas."

Entonces tendremos en cuenta que si el así descripto psicoanálisis (que no conduce en la concepción de Foucault a una probable destitución del sujeto supuesto saber) funciona perpetuando los dispositivos de dominación jerárquica que crea la suposición del saber entonces tendrá efectivamente el parentesco que Foucault señala con el chamanismo y los clientes crédulos sólo podrán ser "ayudados" en el seno de esa mistificación mientras ella dure.

Esta es la advertencia que debemos retener de la reflexión de Foucault: si un psicoanalista juega efectivamente, como él sostiene, con los mecanismos de conducción chamánica y, si transmite una moralidad cualquiera con la que impregna su práctica, lo que realiza, desde mi lectura, es simplemente el abandono de la práctica del psicoanálisis en lo que tiene de específico su experiencia.

 

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Para terminar, subrayo que encontramos en Foucault un surtido heterógeneo de observaciones y sería privarnos de esa riqueza de notaciones y de estimulantes críticas si, sin obligarnos a compartir su reducción del refoulement a la represión social, olvidáramos que sus observaciones tienen elementos de un interés absoluto para enfrentar la extinción que amenaza a la experiencia psicoanalítica. Porque la caricatura chamánica que nos dibuja Foucault encuentra, en efecto, su referencia en la realidad circundante y porque debemos interrogarnos acerca de la impregnación de la práctica del análisis por una sutil tendencia a jugar el juego de la demanda acerca de la coagulación en formas convencionales de la identidad que habrán de pesquisarse incluso en las concepciones lacanianas de la sexuación que obligan a un trabajo de discípulo sobre su texto porque coexisten, en tiempos diferentes, con otras como la sesión del seminario La angustia del 5 de junio de 1963 en el que la referencia a ser hombre o mujer, como identidad, se esclarece cuando coloca claramente esa oposición como de caracter significante, como lo podría ser Fort-Da, o la oposición o-a, en la referencia clásica al texto de "Más allá del principio del placer". En efecto dice:

"El soporte del deseo no esta hecho para la unión sexual por que no especifica como hombre o mujer sino como uno u otro...".[Subrayado mío]

Aunque Allouch no cite particularmente en su erotología de pasaje estas expresiones de Lacan, que permiten enfrentar la acusación de un ideal psicoanalítico de normativización identitaria (al menos en cuanto formulación teórica), no debe ser casual que haciendo referencia a la misma sesión mencione que Lacan excluye el rapport hombre/ mujer cuando dice que ...

"en el conocimiento bíblico... del hombre y la mujer la zona en que se podrían recubrir... se califica por la falta de lo que sería su medium, el falo,... es lo que para cada uno cuando es alcanzado [atteint ] lo aliena al otro".

Notémoslo... para cada uno, no para cada hombre, ni para cada mujer...

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Salida

Al término de mi intervención, en conversaciones de pasillo, alguien me expresó que encontraba en mi texto una dimensión prescriptiva en la que le estaría reprochando a los "otros" que no hacían psicoanálisis. Mi formulación (de que el respeto por la bio-norma, la finalidad adaptativa, y la persecución, en la dirección de la cura, de una afirmación de una identidad coagulada en la oposición hombre/mujer o homo/hetero -justamente criticada por Foucault, Bersani y otros implicados en los estudios gay and lesbians- implicaban un abandono de la dimensión psicoanalítica) no era una calificación para "otros" sino la comprobación de que para cualquier analista advertido, y no sólo para los demás sino para nosotros mismos era, esa posición, contradictoria con el psicoanálisis.

Algunas cuestiones, para mí, siguen planteadas: a) en qué medida el período refractario posterior a la baise afecta la cuestión del deseo vinculado a la pulsión como empuje permanente caracterizado por una konstante Kraft, una fuerza constante (distinta en el caso de la pulsión de los instintos biológicos) y con relación a la cual la descarga es de otro orden, corresponde a otro plano (cfr. seminario Les fondements de la psychanalyse, sesión del 6 de mayo de 1964) con lo que Lacan insiste, en cierto modo, en lo que dice el 13 de marzo de 1963, en L'angoisse: "En el corazón de la experiencia del deseo, hay lo que permanece [reste] cuando el deseo es "satisfecho"; b) hasta qué punto el despliegue de la crisis doctrinal que se revela en el seminario L'angoisse afecta las elaboraciones sobre la metáfora paterna; c) cuál es el límite de la referencia fálica en el psicoanálisis a la luz de esa crisis, si se acepta que el sexo no es totalmente abordado con esa referencia; d) en qué medida la referencia a los placeres se sitúa en el nivel de la demanda y no en el del deseo (el deseo es inarticulable pero eso no le impide ser articulado... como demanda) y cómo entonces es posible subrayar, sin perder de vista su diferencia con el orden del deseo, el grave desliz de una práctica analítica que no toma suficientemente en cuenta la dimensión del placer (Allouch lo subraya con toda pertinencia cuando señala la tendencia de cierto lacanismo a centrar la erotología analítica exclusivamente sobre el deseo)... Problemas que enriquecen nuestra experiencia y nuestras lecturas futuras orientadas ahora por estas preguntas iluminadoras.

 

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