El traje para el cuerpo de la fiesta
Elizabeth Buitrón Romero
INTRODUCCIÓN
Las fiestas que se realizan para contraer matrimonio se observan en todas las culturas, con variantes muy dispares y con sorprendentes semejanzas. Por citar sólo algunas, está la promesa de fidelidad, ritos destinados a proteger a los novios de influencias maléficas, accesorios que simbolizan pureza y recato, augurios para asegurar una fácil desfloración y una abundante prole. Es un ritual extenso en el cual se van repitiendo una y otra vez las mismas cosas, avanzando rítmicamente en un gran intercambio de símbolos y dones que acuden al llamamiento de la voz.
El matrimonio es un acontecimiento suntuario; es además el mas público de todos los ritos privados, de los elementos que participan en estos ritos sólo algunos son indispensables debido a su carácter simbólico, un ejemplo de esto es la firma de los contrayentes. En las fiestas hay cuestiones de orden y secuencia que le dan cadencia a los diferentes tiempos que la componen. El elemento principal de esta ceremonia es el jolgorio; el gasto que se invierte siempre es grande pues esta fiesta ofrece la ocasión de ser un Gran Señor.
Estas fiestas condensan siglos de tradición conservando vivas las costumbres, estudiadas con detenimiento, ponen en circulación las viejas tradiciones y usos que observaban los hombres y las mujeres de la edad media. El hecho de que aún circulen indican que son cosas vivas. Por esto conservan su vigencia, lo que indica
que la "fuerza de la cosa que se da impone la repetición de actos que en su esencia son de la misma naturaleza"1[1].
DE LO SAGRADO
EL CUERPO
Cubrir la desnudez
El cuerpo se viste no sólo para protegerlo de las inclemencias del clima o para evitar ser detenidos por salir desnudos a la vía pública, reducir el vestido a estas funciones sería dejar de lado lo subjetivo que está presente en un acto por demás cotidiano.
De los diferentes trajes con que la mujer cubre su cuerpo, hay algunos cuyo uso se destina a ocasiones solemnes; el traje de novia es uno de ellos, destinado a usarse una sola y única vez. También en esto hay excepciones, hay quienes se ponen el traje que usó su mamá o que uso cualquier otra, prueba de esto son los negocios que rentan trajes de novia.
Esta elección no se contenta con solo mirar, tocar "hace falta", el tacto tiene una participación que si bien, no compite con la mirada la concretiza. Lo que se admira en un traje de novia provoca la tentación de tocar. Los letreros que señalan "no tocar" indican el lugar donde se pone la mano; prohibición que es transgredida al menor descuido ( dichos letreros se colocan al frente del vestido en la parte superior del faldón). Las impresiones táctiles tienen una repercusión en el imaginario, señalando un punto localizable que constata que esta imagen se construye con la participación del tacto.
Las mujeres que preparan la elección además de tocar el frente levantan el faldón buscando lo que le da volumen al traje. Mientras el fetichista detiene su búsqueda en la bastilla del vestido porque resulta intolerable a su mirada la ausencia del falo en la mujer; las novias en cambio, buscan lo que está debajo, la elección se orienta por lo que le falta al vestido, y eso que le falta y que le da consistencia es el cuerpo de la novia. Sobre el cuerpo reposan las telas, es éste el que le da forma al vestido, el que el amor ve y desea tocar.
El acto de vestirse es un juego de vanidades; jugar a confeccionar vestidos con piezas de tela o con retazos es uno de los juegos favoritos de niñas. Cubrirse el cuerpo con ellos para improvisar faldas amplias o vestidos entallados, acompañar el atuendo con adornos para el cuerpo como pulseras, collares vistosos y sombreros emplumados ponen de manifiesto el interés de cubrir "lo que se tiene y también lo que no se tiene", el deseo de vestirse de mujer. Se exhibe no solo el cuerpo, sino también la destreza con la que se le viste. Modelar y posar para Otro vistiéndose de reina, de gitana, de momia o simplemente "de señorita" muestran la presencia de imágenes que se dibujan en telas2[2].
Clérambault3[3] entre 1908 y 1910, realizó cuatro observaciones de mujeres histéricas aquejadas por una singular pasión: una pasión erótica por las telas. No se trataba de cualquier género sino de sedas, o en su defecto terciopelo o raso; pero en especial la seda "porque es rígida y grita". Dichas telas ejercen sobre estas mujeres una atracción sensual que les provoca, sin remedio, las más eróticas fantasías mismas que solo calman sus exigencias con el acto onanista, el cual se realiza casi enseguida que la seda es adquirida.
No sólo para estas mujeres la seda resulta erótica, cualquiera sabe que tanto la ropa de noche como la ropa de cama elaborada en seda se considera sensual, incluso muchas mujeres compran ropa de seda para recibir en el lecho nupcial los placeres del amor.
De estas observaciones, varias cosas llaman la atención: a) todas dicen "amar el grito y la rigidez", b) dos de ellas habían sido costureras de oficio y c) estas observaciones que realizara Clérambault ocurrieron acompañadas del auge de las tiendas de modas en París, así como de la confección de modelos exclusivos.
A finales del sigo XIX la moda se democratizó y apareció la figura del diseñador, el artista de las telas que infundió una corriente de prestigio a la moda. En 1858 Charles Frederick Worth abrió el primer establecimiento en París que ofrecía vestidos y abrigos de confección, "artículos de seda y novedades de calidad superior". Entre las creaciones de Worth y la ropa confeccionada por los grandes almacenes mediaba un abismo, mismo que era aún mayor respecto a las costureras.
La pasión erótica por las telas es uno de los efectos que ocasionó el desplazamiento de que fueron objeto las costureras; prácticamente las telas, entre éstas las sedas, les fueron arrebatadas de las manos, poco a poco quedaron destronadas por una figura que ganaba terreno y dictaba la moda en París y de ahí al resto del mundo: el diseñador.
EL AJUAR DE LA NOVIA
El traje:
La moda forma parte de la cultura. La novia es la única que va de blanco4[4], ninguna otra puede darse ese privilegio, el arreglo de las demás ha de ser menos vistoso que el de la novia, pues ella es la única que puede lucirse ese día.
El color blanco ganó importancia como símbolo de pureza en los siglos XVI y XVII, la ropa blanca tenía gran importancia pues su honesta superficie se identificaba con la pureza de la piel que había debajo, esta blanca envoltura absorbía la transpiración, atraía las impurezas y de esta manera preservaba la salud del usuario. La limpieza de la ropa blanca reemplazó la de la piel acarreando la desaparición de la bañera5[5].
Durante el siglo XIII la Iglesia trató de crear una categoría visual del honor femenino insistiendo en el velo como signo de mujer adecuadamente casada, más adelante incorporó el uso del color blanco para ostentar la pureza pues se consideraba signo de probidad moral y de una buena posición social. Lentamente el ajuar de la novia se fue haciendo cada vez más costoso y extenso, era signo del honor que la novia aportaba al hogar, las ropas que el marido le regalaba a su futura esposa eran prueba del honor que ella recibiría de esta alianza6[6].
Las mujeres, más que los hombres, le daban tal importancia a la vestimenta que en muchas ocasiones había que postergar el matrimonio hasta poder pagar e integrar los elementos de un ajuar en constante crecimiento.
De todo el despliegue de actividades y rituales que se realizan en estas fiestas me interesa destacar el traje de novia en su función de envoltura, tomando de este significante tres de sus sentidos:
a) Traje es aquel que se usa en actos solemnes, lo que tiene de solemne esta singular fiesta es que constituye una forma de legalizar la vida sexual y, además, hace público el día de su inicio. Por si esto fuera poca cosa se produce un cambio de estado civil y en algunos casos, de nombre. Estos cambios rompen un aparato simbólico y afectan tanto a la imagen como al cuerpo real.
b) Traje, primera persona del singular, del pretérito de traer, significa conducir o trasladar una cosa a un lugar, también significa atraer o tirar hacia sí una cosa (como el imán al acero). Lo que se traslada de un lugar a otro es lo que el traje viste, es decir, viste a la novia de pureza.
c) Hay un tercer sentido que se obtiene realizando una pequeña operación y que revela otra acepción. También se podría decir a-traer. En el psicoanálisis lacaniano la "a" minúscula designa al objeto causa del deseo. Lo que envuelve el traje no es solo al cuerpo de la novia, es algo más que hacen que funcionen las redes del deseo, que en este caso se tejen con encajes, organzas y velos.
El traje juega un importante papel porque envuelven el regalo que la prometida habrá de ofrecerle al Señor. Casta o no tanto, la novia se construye una imagen romántica que refleja ingenuidad y pureza. En esta imagen, que se construye ex profeso para la ceremonia, la novia y su traje forman parte de la misma cosa.
En un estudio que realizara Marcel Mauss7[7] "Sobre los dones " señala que ofrecer una cosa es ofrecer algo propio. Esto que se ofrece no es algo inerte, posee una fuerza que obliga al donatario a devolverlo.
La envoltura es sólo la capa superior de aquello que se da y al igual que los silenos, esas antiguas estatuas griegas formadas de dos piezas, guardan en su interior la imagen de alguna divinidad. Lo que guarda esta envoltura en su interior se constituye como agalma. Lo que vuelve digno de ser amado al objeto es lo que de divino tiene esta imagen.
Lo puro no es sólo virginal. La pureza de la que hablo se refiere a la de la imagen que se fabrica, una imagen que aparece completa donde la fragmentación no tiene lugar y que no necesita amalgamas porque no le falta nada.
Todo esto dota a la imagen de una envidiable belleza cuyo costo es equiparable a su grandeza. Cuando esta imagen es tocada por otro, es decir, si queda en evidencia que la novia y su imagen no son simétricas, que la novia como cualquier otro ser dotado de lenguaje esta organizada a partir de la carencia, la imagen pierde su cualidad volviéndose impura. Un acto que al tiempo que consigue tener lo que anhela lo pierde en un mismo movimiento.
El anhelo de fabricar una imagen sin defectos es una de las razones por las que la compra del vestido se efectúa con mucha inversión de tiempo y con la participación de las mujeres importantes de la casa. Es decir, las hermanas, envidiosas casi siempre; la madre, a quien todo le parece poca cosa para su hija; la futura suegra y cuñadas quienes generalmente dudan si vale la pena el gasto, sobre todo si el que paga es el futuro marido.
El vestido ha de gustar a todos y a todas, si es a todas mejor, alimenta la creencia de que se ha escogido el preciso, aunque no en pocas ocasiones el vestido gusta a unas y disgusta a las demás. Escoger un vestido es un proceso complicado que inicia con las idas y venidas a contemplar los aparadores. Acompañan, casi siempre, estos inicios alguna amiga de la prometida, conforme la elección va tomando forma aparecen las otras mujeres, las que integraran, tan solo por una noche la corte de honor.
En la edad media se acostumbraba que la futura esposa se hiciese acompañar por una corte cuya función consistía en salvaguardar tanto la dote como el honor de la novia de posibles asaltos. Dichas cortes estaban formadas por mujeres y no es azaroso que se llamaran "de honor", pues era justo lo que con tanto celo cuidaban. Una de las funciones de esta pequeña corte es ayudar a buscar el vestido, una vez elegido revisan todos sus detalles; cuantos forros tiene, el encaje, lo largo de la cauda, el diseño de los polizones, revisan ¡hasta las costuras! En ocasiones hay cambios en la elección del vestido porque ésta desata serios desacuerdos; la suegra "pelea" que el vestido tenga "cola", este desacuerdo no es casual que se de del lado de la suegra pues la cola significa la descendencia. En otras ocasiones es la madre de la novia quien manifiesta su desacuerdo por el color del vestido, a ella le interesa que el color elegido sea el blanco pues se teme que una novia que use beige, ivory, per la, ronpink desate las suspicacias poniendo en duda el honor de su hija.
Esta revisión se hace con toda la erudición que las circunstancias requieren, y es fácilmente distinguible si este concienzudo examen lo realiza la novia y su corte o una costurera dispuesta a copiar el diseño con intenciones bastante claras pues los detalles donde su mirada se detiene no son los mismos. Las costureras no logran disimular su interés (pasión) por las telas, cuentan los botones, revisan el tipo de bordado, memorizan las figuras que forman los encajes; observan el vestido no como una totalidad sino por secciones. Por si fuera poco, muchas de ellas muestran evidencias de su oficio, pequeños despuntes de hilo adheridos en sus ropas, la cinta de medir que asoma por su bolsillo o algún alfiler prendido en la blusa.
Para conformar un ajuar que permita un libre juego entre la presencia y la ausencia la novia necesita la participación de otras mujeres que cuenten con cierta experiencia en su haber, así como también necesita la participación de mujeres, que por su estado núbil enseñar de más aún les cause rubor. Esta participación tendrá su auge al momento de fijar la imagen que está construyéndose.
La función del vestido no es solo esconder, mostrar es su contraparte y suele ser tan complicado como esconder, porque lo que la novia muestra, lo muestra para darse.
Cuando esta elección se ha realizado aparecen los señores, el padre de la novia o el novio para pagar lo que queda como resto.
De esa imagen integradora que como tal no aparece fragmentada, de esa imagen especular que la novia se construyó -no sin ayuda- queda un resto, es decir, aquella parte que queda de un todo y de la que se hace cargo el Señor para corresponder al don que ¿generosamente? se le ofrece.
Construyendo la imagen
De las formas y aprietos que cada una tiene que pasar para realizar su elección hay una, que por su singularidad pone de manifiesto una forma en que dos mujeres se las arreglaron para cumplirle al Señor.
En vísperas de las bodas y después de larga búsqueda dos novias escogen para prueba su vestido. A punto de entrar, acompañadas cada una de su pequeña comitiva, las dos se encuentran. Durante este breve encuentro permanecen unos instantes con la mirada fija en... el vestido de la otra. La elección que habían realizado sufre un vuelco decisivo, cada una dentro del vestidor que se le ha asignado, "hacen tiempo", no terminan de decidirse y con una sincronía poco usual las dos hacen una segunda elección, solicitan a su vestidora probarse el vestido de la otra. Sigue a esto un entrar y salir de un vestidor a otro tratando de persuadirlas de prestar su vestido, ¡justo lo que hacía falta para que el traje cobrara su valor! El valor de lo que es propio y de nadie más.
Su en cuanto pronombre indica de manera clara y que no admite titubeos que el vestido tenía ya una dueña... ninguna de las dos cedió. La solución que encontraron no deja de tener interés clínico pues cada una compró el vestido que tanto había gustado... a la otra.
Una de las vías por donde entra el deseo es la mirada, esta queda capturada por el objeto a causa de la belleza que adquiere ser el más deseado. De esta singular forma de elección se pude hacer la siguiente lectura: "Busco en ti mi propia imagen, algo más que mi Yo. Eso que busco está en ti y es lo que causa mi deseo".
Predominio del registro imaginario, lo cual no excluye la participación del real ni del simbólico; predomina sí, porque está en juego la fabricación de una imagen fúndante, constituyente; que consigue fijar temporalmente la pureza. La novia queda entonces "vestida de promesa". Con esto el rito de iniciación se acerca al momento de concluir.
La transformación producida en el sujeto cuando asume esta imagen es notoria, la expresión del rostro de la prometida va cambiando hasta llegar a un punto en que casi se consigue una simetría ideal entre lo que muestra el rostro y lo que el traje envuelve. Dicho predominio cesa cuando el simbólico gana terreno. Es de sobra conocido que la ceremonia concluye con la firma de los contrayentes y sus testigos.
La búsqueda de este objeto agálmico es una de las experiencias que hacen al hombre ser humano. Lo que encuentra en el amado es la propia imagen; el objeto que se mira produce en el sujeto el efecto de quedar suspendido maravillándose, deleitándose con lo que ha visto. Esto último tiene que ver con lo prometido pues tiene el encanto de hacer existir todo lo que rodea a la fiesta. Esto que se da, a veces en calidad de don, otras como ofrenda al Señor regresa a la mujer, bajo la forma de un mensaje invertido. Lo que el novio ve es sólo lo que la prometida refleja. Lo que se ve en el espejo es sólo una imagen, aclarando que la imagen y el sujeto no son la misma cosa, lo que el novio ve es una "imagen pura "... una pura imagen.
Georges Duby construye sus textos8[8] partiendo de reflejos, cito "lo que intento mostrar no es realmente vivido... lo que trato de mostrar son reflejos. Digan verdad o mientan, lo importante no es eso". Lo que importa en este punto es la imagen que cautiva al Príncipe, lo que más gusta al amante son los ojos que tienen los ojos de su "amorcito". Si es pura y esto constituye su ofrenda, entonces el goce no tiene lugar en su experiencia. Sólo es posible desear cuando al sujeto algo le falta, si no le falta nada ¿de qué va a gozar? Si el goce se da como un don, si goza de su cuerpo, si sabe de ese goce, era casta o... ¿no tanto?
La fiesta celebra la vez primera del encuentro de una mujer con un hombre, aunque no en pocas ocasiones no es así, el júbilo anticipado de ser uno, ser siempre, espejismos que producen desencuentros y que ignoran los aforismos del amor.
Hacer notar algo
La elección del "equipo de novia" no siempre se resuelve por la vía de lo imaginario, hay otras que muestran un predominio del real.
Una novia efectúa la elección de una forma sorpresiva. Llega acompañada de una pequeña pero importante comitiva: la madre y la futura suegra; hojean revistas, ven, preguntan y escogen para prueba tres vestidos. Entran al vestidor y salen de él con la elección efectuada con una rapidez que sorprende a los presentes. A esto le sigue la prisa de las mujeres por llevarse el vestido, las sospechas son muchas y las preguntas no se hacen esperar, los apuros para responder inician: titubeos, miradas rápidas al vestido, finalmente la risa de complicidad de ellas. La novia al entrar al vestidor se despoja de su ropa, justo en el momento en que se prueba el primer vestido inicia a menstruar apareciendo en el vestido una mancha que deja en el traje su marca. Esa marca hace del traje su propiedad. Hay aquí el predominio del registro real para acceder al simbólico.
El derecho de propiedad es un poder (jurídico) que la persona ejerce en forma directa e inmediata sobre una cosa para aprovecharla totalmente. Para que este derecho pueda ser ejercido, es necesario su registro, de lo contrario se considera inexistente.
La marca hace también función de testimonio. Antiguamente se decía que una mujer que estuviese en "su período" era impura para el contacto sexual, la prohibición se extendía a tocar el lecho donde la mujer se acostó, o sentarse en el mueble donde ella estuvo sentada. Si esto era desobedecido, o bien, si ocurría por descuido, el sujeto quedaba en un estado de impureza del que salía por un acto de expiación9[9].
En este caso la expiación fue igualmente rápida, el vestido fue adquirido sin que las acompañantes tuvieran otra participación más allá de ésta. Dicha elección fue resuelta sin pasar por la fabricación de la imagen. La dificultad subjetiva se resolvió de una forma totalmente inusual, la elección quedó efectuada al tiempo que disipaba las dudas sobre su posible estado de gravidez. A esta mujer las imágenes no la orientan, en su lugar aparece un elemento real del cuerpo que toca literalmente al vestido. La relación entre el sujeto y el objeto se estableció por el contacto, el efecto que esto produce es un efecto sensitivo, algo que está ahí pero que no pudo pasar por la imagen.
La ocurrencia hace solución
La protagonista es una pareja de una cuidad cercana que recoge el vestido, ya empacado. Al subir al camión que los llevará de regreso colocan el preciado paquete en la repisa del camión, justo arriba de su asiento. Una vez que llegan a su destino y ya en casa la novia extiende su vestido en la cama para contemplarlo y evitar que se arrugue, un peculiar y desagradable olor es detectado por ella, llama a su futuro esposo para constatarlo. Regresan a la semana siguiente, muy molestos a reclamar la falta de seriedad en el asunto: "¿Cómo era posible que les vendieran un vestido usado y lavado, que guardaba como prueba de su uso "ese" olor? Aclaraciones, explicaciones y disculpas no logran mitigar la molestia de los novios, la plancha de vapor había humedecido al vestido, que se empaco sin estar totalmente seco, dejando en el blanco vestido a juicio de los novios un terrible olor a pescado. Este olor sin lugar a dudas ofrece varias lecturas:
a) La que realizan los novios, un vestido usado previamente y mal lavado.
b) La del se dice, el olor que produce el encuentro sexual de dos cuerpos, olor que por aparecer antes de la boda resultaba sospechoso, una duda ensombrece el futuro enlace señalando a la novia.
c) Cuando alguien cae en las redes del amor, se dice que ha sido pescado.
El carácter visual de las imágenes no domina el mundo de las sensaciones; también los otros sentidos, la voz, el tacto y también el olfato particip an en la forma en que la imagen es recibida.
Aclarada la procedencia de "ese" olor, surge un problema que hasta ese momento había permanecido desapercibido. Él había visto el vestido antes de la ceremonia, cada vez más angustiado argumenta que eso es un mal augurio, así ya no lo quiere. A todas las explicaciones él encontraba nuevas objeciones, pequeños detalles del vestido que encontraba carentes de simetría, perlas de menos y encajes de más. Una sorpresa que se descubre antes de tiempo pierde su magia y su encanto, el efecto es un enorme desengaño que daña la pureza de la imagen. Finalmente la novia propone una solución, realizar al vestido modificaciones, su propuesta es aceptada y a partir de este momento él no ve más el vestido... hasta el esperado día.
Lo que se pierde se pierde para siempre. Una imagen que cae, señal de que no se puede sostener más, sufre un daño que no desaparece con su reparación por más fina que sea la mano de quien la realiza, porque la belleza del objeto radica en la mirada del que observa. Lo percibido mediante el olfato deja en entredicho la pureza que se anhela. La solución que la novia ofrece es cubrir las apariencias.
Si bien las apariencias son por naturaleza engañosas pocos escapan a su encanto, porque ofrecen la oportunidad de que circulen a través de éstas la verdad que se trata de ocultar... y el engaño. El vestido era y no era el mismo, las modificaciones producidas al diseño disimulaban el daño sufrido.
El inconsciente habla
Los aprietos que pasa una mujer al escoger los accesorios que adornan la cabeza de la novia; sólo que en esta ocasión, no se trata de ella sino de su tía. Mientras la joven se prueba diferentes tocados bajo la experimentada mirada de su tía se le sugiere un accesorio que está de moda, una pequeña corona metálica aderezada con pequeños cristales. A la sugerencia, la tía responde con un rotundo ¡No! Cito la objeción que presenta: "mi sobrina no puede usar corona, sería una ofensa pues solo se corona a la Virgen, mi sobrina va adelantada".
Un hecho real impedía que la novia usara un adorno que se considera sagrado, este hecho era incluso el motivo del precipitado matrimonio, la sobrina tuvo que conformarse con un tocado, porque su embarazo le impedía coronarse como virgen el día de su enlace... (por cierto, mientras la corona adorna el frente el tocado lo deja la descubierto). Una elección que habla por sí misma.
El trastocamiento de los tiempos lógicos
La novia llega acompañada por su madre a elegir su vestido, dedican a esta tarea todo el día, pues son de una ciudad vecina y no disponen de medios suficientes para realizar otro u otros viajes. Ven una buena cantidad de modelos y accesorios, se realizan las pruebas necesarias y mientras la costurera hace su trabajo ellas siguen con el suyo; vuelve a probarse el vestido, de nuevo unos pequeños ajustes y para finalizar con la tercera y última prueba la novia muestra signos de evidente malestar, camina muy inquieta, parece mareada, a punto de desvanecerse se sienta tratando de levantarse casi enseguida, era demasiado tarde para eso: "devuelve" el estómago. Algo de la imagen no pudo ser asimilado a causa de la compresión que sufrieron los tiempos lógicos; esto que se presentaba como un imperativo a la elección fue rechazado violentamente.
La madre sumamente apenada por el incidente insiste aclarando que su hija no esta embarazada... Entonces, hay que buscar el motivo de sus malestares en otro lado.
Construirse una imagen requiere de un tiempo lógico, que en algunos casos se traduce en meses de idas y venidas; un tiempo para mirar, un segundo para comprender y un tercero para concluir. En este caso la elección se realizó con una rapidez tal que el vértigo que produjo la velocidad mareó a la novia.
La superposición de la imagen
Llega una muchacha sin acompañantes a escoger un vestido; hojea revistas, ve, pregunta. Escoge un vestido de cauda seguida que está en exhibición, se lo prueba y sin más lo separa. Regresa unas semanas después, acompañada de su padre a recogerlo. Este, sumamente desconcertado por la elección, sólo atina a exclamar: "que gustos tan raros". Efectivamente, esta chica tiene gustos "raros" como dice su papá, el vestido estaba destinado no para su boda sino para su fiesta de graduación, esta mujer se casaba no con un Príncipe... Presentarse vestida de novia a una ceremonia de titulación es algo, además de "raro", que tiene un interés clínico, el traje no corresponde a la ceremonia, hay algo que esta fuera de lugar y que compromete la subjetividad de esta mujer de doble manera, se tituló de novia al mismo tiempo que se casaba con su profesión.
Saliendo del compromiso
Es un desacierto pensar que para todas las mujeres el traje de novia tiene la misma importancia, una prueba de ello nos la ofrecen aquellas mujeres que "se huyen y se arrejuntan" con el novio, formando pareja y más tarde familia sin estar casadas. Si bien es frecuente que después de un cierto tiempo muchas de estas parejas se casan, previo permiso del sacerdote, "de blanco y toda la cosa". Algunas otras mujeres realizan su vida en pareja sin necesitar del traje ni la fiesta. Estos cambios muestran que estas tradiciones empiezan a perder arraigo.
La novia llega con su futura cuñada a escoger un vestido, no se decide por ninguno, se va a comparar para regresar al poco tiempo a elegir el suyo, con cierto desgano se lo mide y solicita que el servicio de costurera sea urgente pues se casa justo ese día. Empiezan verdaderos apuros para la costurera. Para ajustar un vestido al cuerpo de la novia es necesario descoser el talle y si se trata del largo de la falda desprenderla de la cintura y cortar el faldón descosiendo las aplicaciones o la cenefa con el objeto de conservar su simetría. A esta novia nada de eso le mortificaba, su única preocupación era, cito textualmente "salir del compromiso". Muchas otras entran al compromiso justo por donde esta mujer encontraba una singular salida. Todo parece indicar que el compromiso contraído, no se sabe con quien, consistía en casarse vestida de novia en el marco de la ceremonia religiosa. Es evidente que esta mujer no le concede ninguna importancia a la construcción de la imagen que nos ocupa, su actitud revela un franco desafío al ideal de mujer núbil que otras se afanan en conseguir. Este es un signo, aislado, de que esta imagen, (construida a partir de la honesta superficie que ofrece el color blanco) al igual que otras estudiadas por el psicoanálisis, ha iniciado a presentar las primeras evidencias de su declinación.
El amor no entiende de imposibles
En la ciudad de Chihuahua existe un singular personaje, que sin ser mujer tiene su forma y su apariencia. Pascualita, un maniquí que exhibe vestidos de novia desde hace 70 años en una afamada tienda, "La Popular" su fama y su nombre se deben en buena parte a Pascualita, quien es conocida no solo en su cuidad y de quien se cuentan historias que han llegado a ser leyendas, incluso se dice que muchos que visitan Chihuahua incluyen en sus paseos la visita al aparador donde permanece inmóvil la novia elegante, es decir, Pascualita.
Este maniquí llegó a Chihuahua un 25 de marzo de 193010[10], día en que la Iglesia católica celebra el día de la Encarnación, esta fecha dio ocasión para que el maniquí se ganara su primer nombre: Chonita, el asombroso parecido de la propietaria, Pascuala Esparza con el maniquí borró casi por completo el nombre que este se había ganado para darse a conocer como Pascualita.
Una de las versiones, que apareció publicada en el periódico11[11] dice que este maniquí es el cadáver embalsamado de la hija de Pascuala Esparza, antigua propietaria del negocio, otra versión dice que esta hija a causa de su mal comportamiento, recibió una maldición y fue embalsamada, al parecer la hija murió en circunstancias poco claras, unos dicen que del corazón otros tantos que murió de amor. La madre jamás pudo consolarse de esta pérdida, y dicen que mandó fabricar un maniquí de cera a imagen de su hija amada, ella nunca desmintió tales versiones, mismas que fueron publicadas por los periódicos locales, incluso estas publicaciones eran buscadas afanosamente por Pascuala Esparza y exhibidas junto al aparador del famoso maniquí.
Otra versión cuenta que fue tanta la admiración que este maniquí causaba entre los chihuahuenses que ésta y la magia de un poderoso gurú que vivió dos meses en la cuidad le dieron vida. Se dice, además, que por las noches se cambia de traje y ronda la tienda en busca de otro vestido que lucir. Pascualita, tiene un eterno enamorado, un hombre que la visita a diario, que le habla, le lleva flores y le hace poemas de amor. De este hombre también se dicen algunas cosas, que es un antiguo novio de ella que enloqueció a causa del inmenso dolor que le ocasionó su muerte, otros dicen que fue solo su pretendiente, otros tantos dicen que solo es un loco que en su locura ve en Pascualita a la mujer amada.
Para muchos otros, Pascualita es una santa. El mismo periódico cita el caso de una mujer que fue herida de bala por su celoso novio cerca del local, ella asegura que Pascualita le salvó la vida. La presencia, constante y fiel de este hombre han ocasionado un cambio importante, al negocio se le conoce desde hace varios años como "La novia elegante y su eterno enamorado". Cambio que apunta a un intento de incluir en lo simbólico algo que no ha logrado ese estatuto. La historia de Pascualita y su eterno enamorado, cierta o no, es la historia de un amor que no entiende de imposibles.
Esta historia también es siniestra. Un maniquí con cara, por más bella que ésta pueda ser, muestra una imagen pétrea, un gesto congelado, una imagen de mujer que luce vestida de novia siempre, que solo deja su traje para exhibir otro y otro más, la única forma en que baja de su pedestal es cuando el deterioro causado por las luces y el sol ha marchitado su belleza congelada; entonces su destino es el desecho, o si bien le va, acabar en un aparador de poca monta. Cuando se compra un vestido de novia lo único que no se quiere es verse reflejada en una novia eterna. Un maniquí con cara muestra la imagen de una mujer que "se quedó vestida y alborotada", imagen siniestra para cualquiera que prepare entusiasmada sus fiestas nupciales.
Los maniquíes sin cara permiten que la novia fije su mirada no en la mirada vacía de unos ojos de canica, sino en el vestido y sus detalles. Como constatación de esto esta un hecho repetido muchas veces: cuando se exhiben dos vestidos iguales, uno en un maniquí con cara y otro en el que no la tiene, la gente prefiere, casi siempre, sin titubear, aquel que permite poner la cara propia, lograr la imagen "perfecta"12[12].
Un vestido para toda la vida
En ocasiones los preparativos de la boda no concluyen como se espera; razones para interrumpir el compromiso hay muchas y muy variadas. Tanto la ceremonia civil como la religiosa incluyen un tiempo donde el rito puede ser suspendido justo antes de que la pareja sea unida (en un lazo indisoluble en el caso de la iglesia). La presencia de la muerte es una de las razones, sin embargo, en algunos casos la muerte de la novia no logra aplazar el acto dando lugar a un rito de salida13[13].
En la región rumana de Transilvania las novias que mueren antes de casarse se convierten en novias en sus propios entierros. Según la tradición local los stragoli o almas insatisfechas pueden regresar y causar molestias a los vivos... Por tal razón cuando mueren los hombres o las mujeres jóvenes se les organiza una boda simbólica antes de enterrarlos... Durante la boda-funeral, que se organiza en la propia casa, la novia rumana es acompañada por su familia y amigos y por una dama de honor que viste, para la ocasión, sus mejores galas. Un joven de la aldea permanece al lado del ataúd y pronuncia las promesas de matrimonio en presencia del sacerdote. Junto a la novia se coloca una muñeca que simboliza los hijos que nunca tendrá14[14].
En otros lugares la muerte de la novia da ocasión a un funeral que guarda alguna cercanía con el rito que se observa en Transilvania. Guillermina Sásiga Madrigal sostuvo un prolongado noviazgo con Enrique Altamirano Blandón15[15]. Después de veintidós años de noviazgo y a punto realizar el matrimonio, aplazado varias veces a consecuencia de la muerte de familiares muy cercanos, Guillermina pudo al fin usar su traje de novia... pero solo para llevárselo puesto a lo que sería su última morada. En esta ocasión la muerte se la llevó a ella. A cada aplazamiento de la boda Guillermina, que era costurera, se confeccionaba un nuevo traje de novia. Después de guardar el luto correspondiente los preparativos volvían a organizarse. La hermana de la novia declaró que Guillermina "no quería dejar a sus papás" y en respuesta a sus consejos por apurar la boda la novia le objetaba "que no estaba tan apurada". Da la impresión de que esta hermana tenía una fuerte ascendencia sobre la infortunada Guillermina; Senovia, un nombre (el de esta hermana que se puede leer como sé novia) es recibido por Guillermina como una orden, la cual siguió con una fidelidad admirable. Guillermina tuvo su funeral vestida de novia, pero no fue un funeral donde se incluyera una boda. El acto a realizarse quedó por hacer, aplazado para siempre. Mientras en Transilvania la muerte "logra" el acceso a la boda, a esta mujer la muerte la fija, para siempre, en una novia eterna. Ningún hombre podrá tener acceso a ella, es por lo tanto una novia inalcanzable, imposible.
Cuando un imprevisto cancela el final del rito, es posible, en algunos casos construir un rito de salida que permita, al sujeto o a los que lo acompañaban durante la travesía, pasar a otra cosa. El estatuto que alcanza la novia, ya sea en la boda-funeral o en su entronización como siempre novia, tiene efectos subjetivos para los deudos, ellos cumplen con la función que les correspondía, consiguen concluir lo que la muerte interrumpe.
Uno de los efectos que surge cuando este rito se interrumpe abruptamente se aprecia en parte del trabajo del pintor oaxaqueño Rodolfo Morales16[16]. Un día, siendo aún un niño, mientras esperaba a su madre afuera del mercado de Ocotrlán, Oaxaca vio pasar una novia, la primera que el veía. La siguió llenó de curiosidad hasta la iglesia donde la recibirían todos los invitados. Pasado algún tiempo empezó el alboroto: ¡se huyó, pobrecita de mi hija! La novia no daba crédito a su madre y esperó a su prometido, acompañada de sus invitados, hasta muy tarde. El novio nunca llegó. Esa noche Rodolfo Morales tuvo un sueño en el cual "veía a la novia recostada en un tren en el cual se leía la palabra segunda". Al día siguiente la pintó a lápiz.
Una buena parte de las pinturas de Morales giran alrededor de las novias. Según Antonio Rodrígez, crítico de arte; las novias de Morales "siempre aparecen ausentes, distantes, inmersas en la soledad". El sueño y el dibujo que siguió a éste muestran la desolación de esta novia vestida, alborotada y plantada. Una novia a la que "se le fue el tren". Muestra también uno de los efectos en alguien que la acompañó al final de su travesía: un sueño, un dibujo a lápiz y años más adelante su pintura.
EL VELO
Durante muchos años fue una condición para las mujeres entrar a la iglesia con la cabeza cubierta con un velo. Lentamente su uso fue reemplazado por una mantilla o por algún discreto adorno de color blanco en el caso de las niñas hasta que su uso desapareció casi totalmente dejando de ser condición para entrar al santo recinto el uso del velo. Junto a esto la iglesia ha visto toda suerte de novedades, no obstante se conservan algunos restos de estas férreas costumbres que se aprecian, con modificaciones, en la celebración de los sacramentos.
El uso del velo en algunas ceremonias sigue presente, si bien en el rito del matrimonio su uso no es generalizado en los últimos años ha vuelto para hacer moda. De los accesorios que componen el ajuar es el que más cercanía tiene con lo divino; evoca el manto con que se cubre la Virgen y con el cual cubre al mismo tiempo el cuerpo del divino niño.
"Lo que se ama en el objeto de amor es algo que esta más allá... Ese algo no es nada, está ahí simbólicamente, es el falo en tanto le falta a la mujer... Tras el velo se dibuja algo que dice que el objeto está más allá" 17[17].
El velo, al esconder el rostro, provoca el efecto sorpresa prolongando los instantes que anteceden al momento de ver por primera vez (¿única vez?) aquello que está detrás del velo: la realización de una imagen. Si este velo se devela antes de tiempo anula el efecto sorpresa, el encanto se desvanece.
El novio sitúa la falta de su lado, la novia es lo que esta detrás del velo, aquella que todo lo tiene y promete darlo sin escatimar gastos, la que promete colmar la falta. En estos momentos es ella la que es omnipotente, puede dar cualquier cosa, incluso aquello que no tiene. Esto la dota de una potencia fálica, en fuente de todas las felicidades, pues promete la satisfacción mágica de todo cuanto es posible desear. El velo alcanza aquello que a la novia y su traje se le presenta como límite; mientras que el vestido envuelve el cuerpo de la novia escondiendo lo que tiene y también lo que no tiene, el velo permite que lo que se encuentra más allá como falta tienda a realizarse como imagen.
Al final del rito religioso el sacerdote hace la siguiente indicación "ahora puede besar a la novia". Esta prenda es la primera, de muchas otras, de las que se ha de desprender la novia. Llegado el momento que marca el fin de una serie para dar inicio a otra serie de actos y rituales para desvestir el cuerpo de la novia, mismos que se continuarán en la fiesta y concluyen, se espera que felizmente, en la noche de bodas.
En muchas de las bodas se acostumbra, antes de "lazar" a los contrayentes cubrir la espalda del novio con parte del velo. Este hecho, tan conmovedor, cobija el cuerpo del amado de doble manera, por una parte éste queda "lazado", enlazado a su mujer, y al mismo tiempo queda exento de ese lazo, pues el velo juega esa función de interposición, cubriéndolo.
LAS ARRAS
De los elementos simbólicos que participan en la ceremonia las arras son las que muestran mas vivamente el pasaje de ida y vuelta que se efectúa de lo profano a lo sagrado. Las arras que entregan los padrinos significan, en el marco del rito religiosa, la prosperidad así como el compromiso contraído para hacer fructificar los bienes venideros. Este símbolo del llamado a la buena fortuna toma en el real la forma del agalma; las 13 moneditas se guardan en un cofre que se coloca cuidadosamente en una charolita que descansa en un pequeño cojín blanco, algunos aún agregan a esta serie una cajita de cristal. El tabú al contacto mueve a colocar este símbolo en una envoltura que a su vez envuelve a otra y a otra mas, creando nuevamente la imagen de un objeto que no ha sido tocado por otro. Las arras son el dinero que circula de mano en mano, del padrino al novio y del novio a su mujer. El carácter material del dinero se suspende con esta serie de envolturas hasta alcanzar aislarlo casi por completo consiguiendo sí su carácter sagrado.
El dinero, que por su naturaleza de intercambio es simbólico, vuelve a aparecer en la fiesta dotado nuevamente de su carácter "material". Durante un baile que se llama "del billete", que si bien no se efectúa en todas las fiestas no por esto deja de tener importancia. Cuando los músicos lo indican los invitados pueden pasar a bailar con el novio o la novia, según sea el caso y le prenden al vestido un billete "por la pieza concedida". Es sorprendente que una parte de la ceremonia, donde la pureza da forma al complicado andamiaje que sostiene la fiesta, tenga tanta analogía con las fichas que cobran algunas mujeres por bailar en salones de "mala nota". Este dinero es, según dicen los que cooperan, para contribuir a la felicidad de los novios, según testimonios de gente que ha participado en este baile afirman que se espera el dinero sea utilizado en la "luna de miel".
LAS FOTOS DE NOVIOS
Las imágenes (fotográficas por ejemplo) capturan un breve instante de la historia del sujeto, fijan la imagen de lo que la novia muestra, es al mismo tiempo el punto límite de lo que fue y lo que será a partir de ese momento18[18], este límite al tiempo que divide proporciona continuidad a lo que vendrá junto con los azares del matrimonio. Lo que muestra la imagen fotográfica permanece inalterado, o más precisamente la imagen que se muestra en una fotografía se muestra después de las alteraciones que sufrió. "Un buen trabajo" requiere que el fotógrafo estudie a qué rasgos le va a meter mano; si alarga las pestañas, borra líneas de expresión, agrega carmín a las mejillas o los labios, si adelgaza o no la figura. Es Otro quien determina la imagen que quedará para siempre, el fotógrafo es quien indica a las novias si han de sonreír, bajar la mirada, mover la cara en cierta dirección para que a la voz de "¿lista?"., la imagen queda capturada por la cámara al gusto que quien toma la foto, no de quien posa.
Los efectos del estadio del espejo no se limitan al momento en que el niño pequeño asume su imagen. Esta imagen la acompañará durante el tiempo que tome la travesía de este rito nupcial. Una vez que este rito concluye ya no es necesario que el sujeto se haga acompañar por esta imagen. La fotografía guarda esta imagen mientras tanto la novia puede dedicarse a otras cosas.
Los ritos son lugares de pasaje, después del rito el sujeto ya no es el mismo; la foto detiene la imagen en el momento en que este pasaje se lleva a cabo, detiene el momento en que se modifica la subjetividad. Este punto es lo que hace relación con lo que fue y lo que será, muestra lo que es y también lo que no es.
Desde hace pocos años se ha impuesto en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, una moda (que muestra algunos elementos del rito de la boda-funeral y del de las "novias de ataúd") Una de las locaciones más novedosas de esta ciudad, donde cada fin de semana algunas novias posan, solas o junto al novio, mientras el fotógrafo hace su trabajo es un lugar donde la muerte se concretiza... el "Panteón de Belén". Un panteón que actualmente esta cerrado a los muertos y en cambio ha abierto sus puertas a novias (y quinceañeras) que ilusionadas posan para lo que más adelante será parte de la construcción de los recuerdos. La imagen de la novia con el panteón como escenario muestran ese estado liminal, justo en el momento en que el cambio subjetivo esta a punto de... producirse.
DE LA FIESTA
Estas fiestas requieren una de las logísticas más aparatosas, preparativos complicados y costosos que se pagan gracias a la participación de familiares, amigos y padrinos. Una fiesta dedicada a Eros es la oportunidad para que todos y todas se "vistan a la altura de las circunstancias", estrenar es casi un requisito. Arreglos para las mesas, servilleteros, capelos, flores, globos, botellas adornadas y una amplia variedad de recuerdos que constatan la unión de "mengana y perengano".
Cada quién, según sus posibilidades "avienta la casa por la ventana", desde las bodas de los más ricos hasta la de los más humildes el gasto es grande y ostentoso.
Una de las principales preocupaciones que organizan la fiesta es la lista de invitados con los inevitables ajustes, recortes e imprevistos que la alargan y la achican según el presupuesto. Movidos por el deseo de que todo salga bien, los organizadores realizan un calculo difícil pero no menos importante en el que incluyen a los invitados que aseguran su asistencia, a los que no se sabe si vendrán y a los invitados de los invitados. "Que no falte" es la preocupación que organiza las cuentas, optando en una mayoría notable de casos por calcular de más. El excedente es parte de la cuenta. "Mas vale que sobre y no que falte", sería una vergüenza para los padres, quienes al fin de cuentas son los que invitan "a usted y su apreciable familia" a la boda. La falta organiza la fiesta, del despilfarro se encargan todos. La abundancia permite mostrar lo que no se tiene, esto que se muestra hace que el gasto sea ostentoso.
La fiesta constituye el pasaje para que lo que la ceremonia religiosa había puesto en el lugar de lo sagrado regrese al lugar de lo profano; mientras el traje envuelve el cuerpo de la novia, la fiesta lo desenvuelve. La novia va desprendiéndose de su ajuar al son de "la víbora", un baile tradicional y típico de las fiestas nupciales, erótico por excelencia en el cual, las mujeres tomadas de la mano forman una cadena que al son de la víbora de la mar, desfilan cadenciosamente para penetrar por debajo del arco que los novios han formado ya sea con sus propios brazos o bien, con ayuda del velo. Las principales participantes de esta danza son... las muchachas casaderas, mismas que anuncian con su participación que están en edad de merecer... ¡marido!
Este baile es la puesta en escena del juego fálico, la letra es por demás elocuente: "a la víbora, víbora de la mar, de la mar, por aquí puedes pasar". A cada vuelta el ritmo se acelera, es visible el aumento de excitación conforme se acerca el final de este baile que indica que ha llegado el momento de aventar el ramo. Este es uno de los momentos importantes de la fiesta, tal vez sea lo que mejor ilustra este intercambio de dones que circulan en un constante ir y venir entre los novios y sus invitados. Es el momento de corresponder a los regalos recibidos; lo que se devuelve no es igual a lo recibido, lleva un plus que marca la diferencia, de lo contrario lo que se recibe a cambio no se considera un regalo.
En algunas bodas se acostumbra que la novia lleve tres ramos, que son y no son el mismo. Uno de ellos, elaborado con flores naturales se usa durante la ceremonia religiosa para ofrecerlo al final en un acto de devoción a la Virgen; el segundo y más vistoso con el cual se sale de la iglesia y se entra al salón se guarda como recuerdo; el tercer ramo, "el de aventar" encierra un carácter simbólico privilegiado pues pone en circulación los dones que la novia regresa al finalizar este baile ritual. Dicho final abre un nuevo circuito de intercambio: una creencia bastante extendida dice que la afortunada a quien le caiga el ramo será la próxima en casarse con aquel que logre "pescar" el liguero que avienta el novio después de quitárselo a su mujer. El ramo es lo primero que la novia avienta, casi enseguida el liguero, después se recoge o retira la cauda y más tardecito, cuando quedan los invitados de más confianza avienta... hasta las zapatillas.
Hacia el final de la fiesta lo blanco ya no es tan blanco, sin embargo lo que se produce no es un daño imaginario; se trata de la participación de todos y todas por bajar a la novia de lo divino a lo terreno. La imagen cambia notablemente caducando la pureza de la imagen.
Las fiestas dan de que hablar, los esfuerzos para dar una "señora fiesta" están dirigidos a contestar uno de los interrogantes que están presentes durante los preparativos: ¿Qué dirán? Se espera que las atenciones, el lucimiento, la abundancia, la novia y su traje, den de que hablar. Esto que se habla hace la función de testimonio a partir del cual inician a correr los rumores más variados acerca de la boda. De la fiesta quedan muchas cosas: recuerditos, botellas adornadas que algunas señoras llevan consigo, fotos, algo de pastel pero sobre todo queda el se dice.
La declinación de la "honesta superficie"
La construcción de una imagen que refleje ingenuidad y pureza ha iniciado a dejar de ser fundante. Esta manera, "vestirse de blanco y toda la cosa", que muchas mujeres encuentran para arribar al matrimonio empieza a dar signos evidentes de su inminente caducidad.
Cambios lentos en esta imagen se localizan a finales del siglo XIX, las flores, por ejemplo se apartaron del color blanco; siguiendo algunas costumbre orientales van siendo paulatinamente más encendidas, actualmente los ramos y tocados elaborados con flores de diversos colores compiten en el gusto de las novias perdiendo terreno aquellos elaborados solo con flores blancas. De igual manera los anillos de compromiso que lucen el tradicional diamante le da paso, poco a poco a las piedras coloridas como los zafiros, esmeraldas y rubíes.
Las nuevas creaciones europeas19[19] introducen desde la década de los 90´s nuevos diseños que rompen esquemas y cambian tradiciones presentando vestidos blancos adornados con flores de llamativos colores. Actualmente algunas colecciones para el nuevo milenio proponen, en las principales pasarela de España y Francia, vestidos de novia de colores variados, rosa tenue, amarillos, azules, púrpuras. En México el color blanco sigue siendo el favorito. Sin embargo algunas cosas han cambiado: los trajes de mangas largas y cuellos altos abotonados por la espalda, característicos de las décadas de los 30´s y los 40´s han dejado de usarse casi por completo. Hilos metálicos en dorado inician a aparecer en lugar de los bordados de hilo blanco, tirantes de pedrería plateada dejan al descubierto los hombros y la espalda, algunas cambian los zapatos de tacón por cómodos tenis; vestidos sin cauda y novias sin velo, evidencian cambios importantes en la imagen de pureza, recato y castidad que prevaleció desde la edad media hasta nuestros tiempos.
En 1453 Nicolasa Sanuti publicó un escrito, en respuesta a un código suntuario impuesto por el cardenal Bassarión; donde decía, entre otras cosas, "si la moda es una mujer, ello se debe a que a las mujeres solo se les ha dejado la ropa como medio de llegar a constituir una persona social"20[20]. Muchos cambios han ocurrido desde entonces. Estos cambios también son observables en la foto de novios, las poses rígidas de los novios han dado lugar a poses más frescas; el juego de miradas, las sonrisas, la postura de la novia muestran evidentes gestos de invitación, a una novia coqueta y sexy.
Dado que "el sexo esta al alcance de la mirada"21[21] cada vez es menos común que la mirada refleje "ingenuidad y pureza". La imagen de una novia casta, ignorante de los placeres sexuales dejará de ser la norma, de lo contrario se corre el riesgo de que esta imagen romántica impida la identificación y la asimilación de ésta como propia, pues presentaría una imagen contranatura.
El gasto que implica el traje no es superfluo, solo es excesivo, ahí donde está el exceso se localiza la maniobra que realiza, cada una, para mostrar lo que no se tiene... es decir, una imagen integral, que no está fragmentada, que no necesita amalgamas, imagen que para algunas es necesaria pero que en mas de un caso no suficiente.
El tiempo dirá si tanto esfuerzo y a tan alto costo sirvió para algo...
Elizabeth Buitrón Romero
Imágenes
Notas
1[1] Marcel Mauss desarrolla un trabajo sobre los dones en "Sociología y Antropología", Tecnos, Madrid, 1979.
2[2]Natalia Oyervides obtuvo el 2º. Lugar en el Certamen Periodístico Internacional "Kinsa 2000" con una fotografía que muestra a una niña pequeña parada de espaldas mirando un aparador donde se exhiben vestidos de novia mientras sostiene en su mano un muñeco. La fotografía lleva el título " Ilusiones".
3[3] Clerambault. "Pasión erótica por las telas en las mujeres". Artículos de 1908 y 1910. En Obra Psiquiátrica de Gaëtan Gatian de Clerambault, Serie Psicología y Pedagogía, Colección Pathos, Facultad de Psicología, Univ. Autónoma de Querétaro, 1997.
4[4] Al parecer el origen del vestido de novias proviene de Burdeos, Francia. Lorena Sanchéz M. Citada por Kathia Parissi. Revista "Huested" año 9 Num. 36 2001.
5[5] Sara F.Matthews Grieco. "El cuerpo, apariencia y sexualidad" en Historia de las mujeres. Ed. Taurus. 1992. Madrid.
6[6] Taurus, 1992. Págs. 67-107 4 opt. Cit.
7[7]Marcel Mauss, "Sociología y Antropología", op. cit ., p. 168.
8[8] Georges Duby, "Mujeres del siglo XII" Eloísa, Leonor, Iseo y algunas otras, Andres Bello, Barcelona, 1996.
9[9] Levíticos, Cap. 15, "Biblia de Jerusalen", Sepan Cuantos, Porrúa, México, 1975. Véase también "Totem y Tabú", Obras Completas de Freud, t. 2, Biblioteca Nueva, Madrid.
10[10] Jorge Luis Glz. Piñón, "El maniquí de la casa de Pascualita, ¿Leyenda o realidad?, folleto de distribución gratuita debido al gran número de personas que solicitan información en este negocio.
11[11] Enrique Lomas. El Norte, 25 de octubre de1999. Monterrey, N.L.
12[12] Charles Feredic Worth, diseñador inglés establecido en París, Francia, utilizó en 1858 la primer modelo para exhibir sus diseños, con esto nació lo que hoy conocemos como el modelaje de pasarela.
13[13] Marcel Mauss, op. cit.
14[14] "El Círlulo de la vida" op. cit.
15[15] Publicado en el periódico "El Nuevo Diario", "Muere la novia más antigua del país" 14 de Sep. 1998. Managua, Nicaragua.
16[16] Periódico Palabra, "la novias de Morales" de Guadalupe Loaeza, 14 de feb. 2001. Saltillo, Coah.
17[17] J. Lacan. Sem. 4, "La relación de objeto 1956-57" Clase X, enero 30. Págs. 157, 159 y 164. Paidós. Argentina, 1994.
18[18] La fotografía "de novios" muestra a la pareja en estado liminal. Los ritos de paso tienen una estructura tripartita, el primero es la separación de la vida llevada hasta ese momento; el segundo, el estado liminal, en que no se es ni una cosa ni otra y finalmente la reincorporación a la sociedad bajo un nuevo estado. "El Círculo de la Vida" Rituales del album de la familia humana. Edición de David Cohen. Serres Editores. 1991
19[19] Véase la revista "Novias de España" Año 7. Número 13 Ediciones ADG SA.
20[20] En "Historia de las Mujeres", Taurus, Madrid, Tomo III.
21[21] Tomada del argumento para el Coloquio "Frenesí de lo visible", elp. México del 24 al 26 de Noviembre del 2000.